De hecho uno de los momentos más disfrutables, entrañables y queridos que sobre los que los humanos volvemos una y otra vez son las cenas, los almuerzos, los tés, todos en el sentido social, en el sentido de sentarnos para charlar y comer, una simbiosis entre ambos, un intercambio y complemento de placeres. Comer y charlar, alimentar las células, alimentar las ideas. Como en todo hay comida que te hace bien, y la que te llena de grasa y te hace enfermar. Lo mismo pasa con las charlas, con el contarse. Nos contamos cosas que nos hacen aprender, pero también cosas basadas en el prejuicio que solo nos destruyen como personas, nos hacen odiar, nos hacen más brutos de lo que por naturaleza somos.
Por eso creo que la clave de la alimentación, tanto del cuerpo como de la mente está en un elemento que solemos no darle la prioridad que se merece. La Belleza, o la menos su búsqueda. Debemos siempre buscar ese placer por llegar a algún lado con nuestra charla y con nuestra comida. Por eso no sirve mucho los foros de las redes cociales muchas veces, porque solo buscan la imposición de ideas, sobre todo si son de interés político, desnudan muchas veces racismo, ignorancia (es decir que ignoran todo lo que no son el mismo que habla), egolatría y una profunda miseria.
La belleza por eso siempre va estar en el encuentro, no en el monólogo. En el verle la cara al otro y saber que está tratando de entenderme. En mi amigo que me dice esto lo hago, esto te lo digo, porque eres mi amigoy ahí puede haber crítica, puede haber mucho aprendizaje, pero sobre todo hay empatía y belleza. Es el encuentro.
La vida es narrativa pura. Siempre cuento a mis alumnos que todo es ficción, que el mundo es incomprensible sin la ficción. Suelo dar el siguiente ejemplo:
3+2 = 5.
Todo en ese enunciado es ficción, primero esos números son representaciones gráficas arbitrarias de cantidades de unidades que no tienen nada que ver con su forma. Solo nos dicen eso es un tres y lo aceptamos, pero por supuesto que ni esa figura ni esa palabra son un tres. Además la operación pasa en distintos tiempos. Había una vez un tres (primer tiempo) que se encontró con un dos (segundo tiempo) se gustaron (tercer tiempo) y juntos formaron un cinco (desenlace). Quiero decir que sin la narrativa y la ficción la matemática no existe. De ahí la idea, todo es ficción. El debate no está ahí qué es verdad o qué es mentira. Sino en dónde aprendo y en dónde soy más tonto, en dónde hay belleza, en dónde me construyo. Y acá es que la era digital nos puede complicar, porque ante el desborde de oferta y comida chatarra podemos terminar con una pésima salud de ideas. Porque como en la comida, ni aún cultivando la mente es garantía se ser sabio o buena persona. Pero al menos los riesgos de morir de cáncer disminuyen.