Por: Renata Eguino Salamanca
Al empezar a querer hacer esta nota, hace ya varias semanas, y aunque pensé y pensé sobre qué tema debía tratar, he admitido finalmente que después de mucho tiempo estoy sufriendo de dificultad para escribir que me está rompiendo la cabeza. He entrado a este espacio oscuro llamado por muchos “El bloqueo del escritor”, y no es que me considere escritora ni mucho menos, más bien como diría mi buen amigo Gabriel Iriarte, “escribidora” me describiría mejor.
Pero ya, hablando en serio, ¿les ha pasado alguna vez? Seguro que sí. Y es de los momentos más difíciles para quien trabaja con las letras, porque pasamos a sentimos esclavos de ellas (de las letras digo). Y qué jodido había sido liberarse ¿no?.
Los (malditos) bloqueos se suelen dar en actividades que realmente nos importan –eso es lo peor-, nacen en aquellas situaciones en las que más quieres destacar pero misteriosamente tu mente decide ponerse en blanco absoluto, joderse como una computadora averiada y hacer mal aquello que casi siempre habías hecho bien –o maso menos bien-, te impide incluso en muchos casos practicar y esto genera obviamente una perdida técnica en la habilidad que se encuentra bloqueada.
En cuanto a la escritura, para mí, es un tanto distinto, el bloqueo no tiene tanto que ver con la falta de práctica o con un declive en la fuerza de voluntad, sino más bien con un estado mental y físico de tremenda tensión en el que choca el deseo o la necesidad —quizá desmedidos— de escribir con la incapacidad y el rechazo a hacerlo. En palabras simples podemos decir que algo que mucho influye en el bloqueo del escritor es el miedo, y así como en la mayoría de los casos, los miedos viscerales no nos permiten dar lo mejor de nosotros mismos, ni ejecutar bien las cosas que debemos hacer.
Sin embargo, pienso que lo que realmente genera el bloqueo no es el miedo mismo, sino nuestra lucha encarnizada contra él. El recelo al rechazo es natural en una sociedad tan competitiva y racionalista como en la que vivimos. Por eso creo que una de las cosas que más nos cuesta es unificar cuerpo, corazón y mente. Escindimos pensamientos y emociones, como soldaditos de plomo en un jueguito de guerra, y los ponemos a luchar. No nos permitimos escucharnos atentamente e identificar qué es lo que sucede con nosotros, pero sobre todo, en el caso de los que escribimos. En este tipo de momentos, lo que más nos cuesta es saber que es lo que realmente queremos decir.
¿De qué tienes colmada la cabeza y en el corazón en este relámpago oscuro tan jodido que estas habitando (o que más bien, que te habita a ti)?
Seguramente no que es lo que los demás quieren leer de ti, pero sin soltar esto, la fluidez y naturalidad que requiere la búsqueda de la buena escritura no va a regresar a ti ni ahora ni posiblemente nunca. No hay recetas para ninguna de estas cosas, pero mi buen consejo es que por un cachito te valga un caucho el jefe, el editor, el docente o tu chico y escribas lo que realmente necesites escribir, por ti y para ti. Un consejito muy cliché pero que pocas veces realmente llevamos a cabo.
Es cierto que al escribir (al bailar, al actuar, al existir) corremos el riesgo de que no les guste lo que hacemos y de que nos reprochen de meter la pata y de no ser “lo suficientemente buenos”, de sentir el peso de la cuarentena y ver acercarse a la muerte con cada golpe en el teclado. Y no es una mera hipótesis: seguro que nos pasa todo eso y mucho más.
Pero también es verdad que, a pesar de todo, escribir forma parte de nuestra vida, nos hace personas y nos saca de un automatismo enfermizo que de hecho hoy en el contexto actual se siente más que nunca.
Finalmente creo que para superar este bloqueo, debemos empezar admitiendo nuestros miedos y bajar las armas. Darnos un auto apapacho y saber que detrás de ese terror puede abrirse un delicioso universo literario de posibilidades (que posiblemente te salga un asco) pero que importa, yo solo así me animé a escribir esta notita que estas leyendo.
Porque aunque sienta este miedo profundo, como lo dijo Eloy Tizón: «Sé que mientras estoy escribiendo no puedo morir».
Muy lindas palabras
Maujavi70@hotmail.com
Me encanta leer tus anécdotas