(Transcripción de una Charla ligeramente existencial)
Para dar un poco de orden a la charla sería bien brindar antes de comenzar
Una vez cumplido el protocolo, una cortísima anecdohistoria para ilustrar el fondo y/o profundidad de la presente charla.
El se sienta en el bar. Ella se sienta en frente. Llega el camarero, le piden una botella de vino. -¿Qué vino?
– Un Tannat- responde ella que piensa en que ese suele no fallar.
Él no sabe si poner las manos sobre la mesa, ella no sabe si se ve bien e incluso se le cruza por la cabeza que no debió venir en primer lugar
Pero vino
Llega el vino
El camarero lo abre como si necesitara algún testigo de su proeza, sirve manchando un poco su servilleta a modo de moño en el cuello de la botella. Le pide a él con la mirada que dé su visto bueno. Él lo prueba, le sabe a vino, fuerte, sonríe y extiende su vaso, pero el camarero no le llena su copa sino la de ella, y luego recién la de él.
Al fin, ambos brindan.
– ¿Por qué brindamos?- pregunta él.
– Por que vivimos
Y toman un largo trago al mismo tiempo y algo parece relajarse en sus conexiones neuronales.
-Eso mismo -dice ella- ¿Por qué demonios vivimos?
La pregunta no es menor y cada uno de los presentes seguramente se la ha planteado en algún momento. Y quizá el momento haya sido angustiante pero a la vez un lindo síntoma de búsqueda de una revelación. Y es ahí donde quiero hacer un poco de énfasis, en la revelación. En aquella angustia y sed del ser humano por de una vez por todas saber LA RESPUESTA, no una parte de ella, no un mísero trailer, sino LA RESPUESTA, ¿por qué estamos acá?, ¿por qué vinimos a esta charla? (ok, por el vino), pero, ¿por qué necesitamos vino para venir? (ok, por que es rico) pero podríamos tomar vino en casa, y más barato. Venimos porque queremos respuestas, respuestas de la gente, de la persona con la que vinimos a compartir, o con la que nos encontremos, o de nosotros mismos si llegamos a estar lo suficientemente embebidos, o envididos..
Y tal vez están esperando que esta conversación llegue algún lugar. Yo también espero que así sea. Y voy a tratar de llegar, pero primero ¡Salud!
Voy a tratar de ir al grano: la vida es una invención de nuestro cerebro. Esto es perfectamente comprobable. Y cuando hablo de la vida, no hablo de nuestras funciones motoras, respiratorias, físicas y recicladoras de deshechos que como ingeniería es realmente fascinante pero que llega a ser muy banal, porque hay demasiadas personas vivas, tantas que nadie sabe cuantas. Se calcula que hay unos 7.8 Billones de Personas; pero se calcula, nadie sabe, nadie está realmente metiendo los datos en una máquina contando quién entra o quién sale como si fuese un partido de fútbol. Sino que calculamos a groso modo. Se imaginan ¿cuán banal es la vida?, es más banal que el dinero. O ustedes estarían dispuestos a que les paguen algo con, calculo que hay más o menos 20 bolivianos. No, hay que ser exactos, pero no, no sabemos cuánta gente hay, pero sí se sabe cuánto dinero hay. Está todo anotado en computadoras, se anota todo lo que entra a través de quien fabrique el dinero, ya sea el Fondo Monetario, El Banco Nacional, la Reserva Federal o los Bitcoins. Se cuenta, todo se cuenta. Pero la vida no, se calcula que más o menos

Por eso, lo interesante es la verdadera vida, la vida verdadera, la inventada. La que contamos. La que nos contamos a nosotros mismos, la que nos contamos cuando nos pasa algo, la que nos contamos cuando tratamos de explicar cómo llegamos hasta hoy. Esa que es una invención. Porque evitamos todos los detalles escabrosos de lo que realmente nos pasa y contamos solo lo que queremos contar, casi nadie cuenta aventuras del tedio de los dolores físicos, estomacales, del tiempo que pasas a diario en el baño, del tiempo que piensas en qué comer, de lo mal o bien que te cae la comida, de las pepas de frutas que pasan deambulando en nuestra boca cuando no sabemos dónde escupiralas, de lo que le molesta entre los dientes que tiene pudriéndose, de lo que le cuesta levantarse, o de lo triste que es pasar incontables minutos recorriendo su pantalla de celular hacia abajo esperando algo que lo entretenga en su triste y apestosa vida, es decir, no contamos lo que realmente nos pasa.
Contamos por ejemplo cómo conocimos a alguien, contamos cómo desde pequeños eramos inquietos o nos gustaba la música, cómo lográbamos cosas que nadie puede explicar hasta el día de hoy, por ejemplo cómo lográbamos acordarnos del nombre completo de nuestros amiguitos del colegio y sus números de teléfono. Al día de hoy durante una cena cuando conocemos a varias personas, de muchas necesitamos que nos repitan varias veces su nombre y luego cuando nos subimos al auto para volver a casa decimos ¿Qué se llamaba el de verde?
Pero casi siempre contamos cómo conocimos a LA persona. Dependiendo el momento en que la contamos suele cambiar de ser fascinante, sexi y misterioso a asqueroso gusano. E incluso muchas personas dan bucles en los que vuelven a verlo como fascinante, sexi y misterioso, solo para volver luego a decir que una babosa despreciable. Estos cambios no son menores y vale la pena tratar de entenderlos. Suceden por la imperiosa necesidad de darle un sentido a nuestras acciones, una narrativa a las mismas. Lo cual por definición es mentira, la vida no es un cuento, ni una narrativa, solo lo es cuando nosotros nos inventamos que lo es y se lo contamos a alguien, entonces y solo entonces el cuento se convierte en verdad y la vida tiene sentido solo si es un cuento. Pero esa verdad es fluctuante y presta al cambio de acuerdo a la nueva información que se acumule con el tiempo, así como todo proceso científico.
Para comprender de una vez por todas esto, me gusta siempre hacer el ejercicio de la noracionalidad matemática, porque saben la matemática no es racional, es ficción. Lo sabían, ¿verdad? Los números son representaciones abstractas de cantidades que no existen, la idea misma de cantidad(es decir de sumatoria de unidades que forman un todo) es una abstracción loquísima que nos permite dar sentido a las cosas. Pero un uno y un dos no existen, solo son invenciones de la ficción, y con eso hemos construido la comprensión del mundo.
De ahí la evidencia que solo el conocimiento puede existir si estamos lo suficientemente comprometidos con el delirio de imaginar las posibilidades de las combinaciones del universo para formar narrativas. Solo para al final añadir con capricho de chef culinario el gusto personal como motivación para que nos importe, o no, lo que aprendemos o lo que comprendemos.
Y esto no es menor, porque como la verdad personal es tan personal y al final cada uno cree lo que le pegue en gana; mientras más información circula por nuestras manos, más dependientes nos hacemos de comprender y de sustentar nuestra vida para llegar a un equilibrio de salud y mental que nos permita entablar conversaciones racionales con todas las personas que así lo quieran. Podemos creer que la salvación de todo es el dióxido de cloro y ya, ¿por qué no? el ácido sulfúrico si total la tierra es plana, Maluma es un Rock Star y Shakira funda piés delcalzos pero oculta su fortuna en paraísos fiscales, es decir, total, todos nos están tomando el pelo. Y nosotros como tontuelos buscando noticias en los periódicos y los periódicos contando cualquier cosa para beneficiar a sus propietarios, nunca a nosotros.
Y es aquí que entra el punto que lo cambia todo en cuanto a la verdad, y ese es que el que nos arruina todo tipo de intento de racionalidad, pero al mismo tiempo es el que da sentido a nuestra triste existencia. Es aquello a lo que llamamos belleza, es lo que nos pone cuando nos acordamos del olor de la tierra mojada en una cancha de fútbol de nuestra infancia, es lo que sentimos cuando nos damos cuenta que a nuestro perro le quedan pocos años, y el muy infeliz nos planta un lenguetazo en toda la cara, es lo que sentimos cuando volvemos a casa de nuestra madre que nos hace una huminta que no existe en otro lado. Pero también es lo que creemos que comprendemos cuando vemos Twin Peaks, tercera temporada de David Lynch, o Copia Certificada de Abbas Kioristami, o lo que parece que comprendimos cuando leímos 2666, o cualquier broma/ novela breve de Mario Bellatín. Y ya puestos, cuando escuchamos cantar a Luzmila Carpio o aquel maravilloso disco Folklore de Domiguez, El Gringo y Cavour o el baile final Jazz de Yogurto Ungue y su tío Oblongo por las calles de Nueva York.
Ninguna de esas cosas tiene sentido, solo tiene sentido si las compartimos con quien las hizo, si creemos que las entendemos, pero toda obra de arte es inentendible, porque sino sería una tesis y no una obra de arte. Y cada vez hay más gente que se aleja de esa complejidad y quiere consumir su alimento estético como si fuese una hamburguesa, es decir con mucho Ketchup, mucha papa y mucha imitación de carne. Pero eso solo nos lleva a problemas estomacales de los que no queremos hablar y un vacío existencial porque se acaba rápido y no había nada que comprender, solo había que pasarla bien. Yo propongo que volvamos conflictuarnos para comprendernos, porque sabemos que al final no nos vamos a comprender, pero en ese problema está el cuento, la ficción, la invención de la verdad pura. Para poder discutir de estética ya tenemos una teoría con la que podemos no pelearnos que es la Estética de la Virtud de Roger Poivet, que si a alguien le interesa, le puedo dar algún dato, pero lo bueno es que no está basada el el ego del gusto que contamina la comprensión del todo.
Lo importante es comprender que somos todo y que todo no es nada si es que no le damos un sentido y una belleza.
Así pues no hay que temer al cambio, somos cambio,
Cuando viajas y te vas, ese también eres tú,
Cuando dices la verdad, ese también eres tú,
cuando no la dices, ese también eres tú,
Cuando eres tonto, cuando eres enfermedad, este también eres tú
Cuando eres papá o mamá, ese también eres tú.
Cuando eres recuerdo, Ese también eres tú,
Cuando te mueres y te olvidan, empiezas a dejar de ser tú, hasta ya nunca haber existido,
Pero entonces el olvido también eres tú, que lindo,
o ya no eres tu, nunca fuste tú, ya acabó tu tiempo, ya se acabó todo, ya nunca empezó, esa es la verdad, es decir, esto que nos estamos inventando ahora mismo, este instante que estamos compartiendo y que un día, cuando nos olviden, nunca habrá existido
Así que mientras existe o hacemos que existe, al menos inventemos que es algo bello, algo con sentido, mintamos que entendemos complejidad, celebremos todo
Salud!
(EN LA SIGUIENTE ENTRADA DE LAMAQUINADELEER.COM SE SUBIRÁ LA CONCLUSIÓN DE LA EXPOSICIÓN CENTRAL DE LA CHARLA)