Entre queso y bellotas: Un pantallazo de la Cultura Libre

A inicios del 2022 pasó algo insólito en el mundo de la animación, y es que el coloso del mundo de los dibujos animados, representado por un tierno ratón de vestimenta colorida, había perdido una demanda contra una creadora independiente. Sí, Disney recibió de su propia medicina. Para mí era una hazaña, pero para muchos otros fue todo lo contrario, ya que la criatura por la que se debatía la custodia, era un gran clásico de la infancia de varios; nada más ni nada menos que la ardilla Scrat de la Era del Hielo. Pero la historia no era clara; sí, Disney había perdido; sí, la ardilla ya no volvería a los cines; sí, había mucha gente furiosa con la creadora del roedor, pero ¿por qué? Y es así, que con el afán de descubrir la verdadera historia, se formó este cuento, que es solamente una pequeña crítica literaria a esta situación tan curiosa que pasa todos los días sin que nos demos cuenta, con algunos pequeños guiños y pistas para los amantes de la animación, junto a una simple historia de la ardilla que luchó contra el imperio del ratón.

Primero los invitó a leer la versión ilustrada que, si bien no es una obra de arte, creo que le da el tono fantasioso y animado a este relato. Pero también, sin olvidarme de aquellos que amamos la animación de las palabras y las letras, aquí está esta historia en todo su esplendor.

Capítulo 1

Talento o bellota

Hace poco más de dos décadas, surgió un hecho muy curioso en Drawland y es que un nuevo ser fue creado, una ardilla-rata. Este animalito tan peculiar fue creado por la artista Sonic, que gustaba de ser llamada súper Sonic. La ardillita, cuyo nombre no podemos mencionar por motivos legales así que la nombraremos Scrachy, era muy simpática y tenía un sueño algo llamativo para su especie, y es que deseaba ser una estrella de cine.

Algo inspirada por el sueño del roedor, Sonic decidió presentar su talento a don Zorro, alguien muy famoso en el medio y que sin duda podría hacer realidad este anhelante deseo. El día de la entrevista, el gran empresario de orejas puntiagudas desdeñó el talento de Scrachy y le dijo a su manager, es decir Sonic, que no tenía lo necesario para triunfar y que mejor dejara de lado al inútil soñador.

Con mucho pesar, Sonic y Scrachy se fueron a casa. Pero Scrachy se alejó, pues quería estar solo para poder pensar. Sin darse cuenta, sus pies lo llevaron a un parque lleno de árboles de todos colores y tamaños. La ardilla caminaba lentamente bajo el follaje de los mismos, cuando algo muy brillante captó su atención. Un manjar del cielo para cualquier animal de su especie, una bellota. De pronto, una corriente eléctrica recorrió todo el cuerpo de la criatura, su boca salivaba, sus manos estaban inquietas y sus ojos desorbitados, hasta que un fuerte retumbar de su estómago hizo notar algo que era evidente para una ardilla desempleada y es que tenía hambre.

Scrachy enloqueció completamente por saborear el dulce sabor de aquella delicia. Tanta fue su locura que, cuando corría en su dirección se cayó en un hoyo, se enredó en un arbusto, se hizo perseguir por un perro y finalmente tuvo una batalla campal con un pájaro que reclamó por la bellota y después de golpear la cabeza de la ardilla con la misma, se la llevó volando.

Mientras todo esto ocurría, la gente se empezó a amontonar para observar el espectáculo y como era algo fuera de lo normal, la gente empezó a grabar, lo que hizo que en pocos segundos don Zorro viera el gran show de la ardilla. Había tenido una grandiosa y malévola idea.

Scrachy estaba destrozado. No tenía trabajo, decepcionó a su creadora y lo peor de todo, estaba hambriento. Así que se fue por un callejón por donde había un basural para ver si había algo que al menos satisficiera su estómago, pues después de todo también era una rata. Mientras buscaba en las bolsas algo se acercó muy lentamente detrás de él. Una sombra astuta que al notar que nadie la veía, empujó a la criatura dentro de la bolsa y se la llevó.

Capítulo 2

Una abellotada sorpresa

Pasaron algunos años y Sonic no volvió a saber de Scrachy desde aquel día de rechazo. Pensó que tal vez había escapado pensando que ella estaba decepcionada, pero realmente ella solo quería ver a su creación triunfar y estar a su lado para acompañarla. Mientras seguía creando teorías en su cabeza decidió ir al cine para despejar su cabeza y escogió una película nueva ambientada en la era del hielo producida por la compañía de don Zorro. Grande fue su sorpresa cuando a los pocos segundos de iniciar la cinta vio a Scrachy. Interpretaba un papel jocoso de una simple ardilla que buscaba imparablemente su bellota, enfrentándose a todo lo que se le interpusiera para obtenerla, pero nunca lo lograba. La artista vio toda la película preguntándose qué había pasado ¿por qué su creación, su amigo, su casi hijo la había abandonado?

De inmediato, Sonic fue a la oficina del canido para esperar una explicación, pero solo se encontró con una puerta cerrada y alguien que le gritó que nunca volvería a ver a su pequeño. Fue ahí que la joven decidió denunciar a la compañía por secuestro o robo, lo que sea que fuere, ellos habían tomado a Scrachy para sacar provecho y lo habían alejado de ella.

La premisa sonaba fácil y lógica para cualquier lector, Scrachy debía volver con su madre y Zorro sería acusado de robo, pero en Drawland las cosas no serían tan fáciles y es que el astuto empresario tenía mucho, pero mucho poder y fácilmente podría argumentar que era un empleado más al que habían contratado y la viva prueba era la película. Sonic tenía algunas pruebas de que ella había creado al roedor, mas no fueron suficientes ante el juez quien después de varias pruebas, discusiones y papeleo dijo que ambas partes eran responsables de Scrachy, algo así como custodia compartida, pero la empresa de don Zorro podría seguir “trabajando” con la ardilla sin que Sonic se involucre totalmente. Esto no fue suficiente para la creadora, ella seguiría luchando por la libertad de Scrachy y por evidenciar los atropellos de Zorro.

Capítulo 3

La bellota que colmó el vaso

Pasaron varios años, y Scrachy se volvió famoso en la gran pantalla con las secuelas de la primera película en la que actuó. Siempre con el mismo papel de animalito hambriento y jocoso que ocasionaba desastres a los personajes principales. A pesar de su papel de extra, el mitad rata llamó la atención del público teniendo varios seguidores, mientras que su creadora recorría oficinas y juzgados para recuperarlo y seguir el plan que habían creado para que él fuera protagonista de su propia historia.
Después de varias películas, algunas más exitosas que otras, algo que comúnmente pasa en Drawland pasó, el mayor productor de cine de la región decidió hacerse de la compañía de don Zorro al ver que tenía buenas ganancias. Dicho magnate de los negocios deja engañar a veces por su apariencia afable, pues se muestra como un ratoncito sonriente y amigable, pero que no te conmueva su apariencia, porque este pequeño roedor cuando de dinero se trata hace recordar la verdadera naturaleza de los ratones: son plagas.

En fin, este ratón que denominaremos Mike por derechos de autor, compró la compañía y con ella a todos sus “trabajadores” incluido Scrachy, pero por no pagar directamente al estudio decidió cerrar el mismo, aún así los personajes y películas eran de propiedad del pequeño gigante de orejas redondas. El empresario roedor sabía de la situación de Scrachy y Sonic, pero en vez de hacer lo correcto y liberar a la ardilla decidió ofrecerle un trato a la artista para que se lo entregue totalmente y asunto terminado. Muchos otros ya habían aceptado las ofertas del ratón y es que, si don Zorro era astuto por naturaleza, Mike lo era mucho más y no solo porque tenía un ejército legal, sino que además engatusó a millones de seguidores, dejados llevar por su faceta afable representada en las películas que producía.

El ratón no era nuevo en este ámbito de juicios de propiedad. Él ya había recibido cientos de demandas del mismo calibre y en todas había salido victorioso. ¿Sonic aceptaría el trato y abandonaría a Scrachy en las manos de alguien a quien no le importaba explotar su imagen hasta que se vuelva un personaje sin sentido? Tras tantos años de lucha, y búsqueda, finalmente Sonic aceptó la dura realidad: probablemente jamás vería a su pequeño.

Capítulo 4

Todo por la bellota

Muchos habrán pensado que Sonic simplemente abandonó a Scrachy y aceptó el trato, pero no. Si bien aceptó que tal vez todos sus esfuerzos no servirían de nada, seguiría intentando salvar a su pequeño roedor.
Es entonces que Sonic le declaró la guerra a Mike rompiendo el contrato y cerrando la puerta en su gran nariz. Días después despertó la verdadera furia ratonil y es que Sonic presentó una contra demanda para obtener la custodia completa de la ardilla. Mike estaba indignado. Nunca antes alguien tan pequeño, hablando de poder e influencia, había sido tan insistente en ganarle. No es que no lo intentaran, pero al poco tiempo siempre renunciaban.
El ratón no se la iba a dejar fácil a Sonic, así que con una excelente estrategia de guerra decidió hacer lo que hace mejor, manipulación cinematográfica. Mike aprovechó la fama de Scrachy para filtrar un nuevo lanzamiento, una serie que cautivaría al público con su loco por las nueces favorito. Pero esto no quedó aquí, sino que jugó su carta sorpresa, un arma letal que aseguraría el éxito del proyecto y el apoyo del público. Scrachy tendría un pequeño y adorable bebé. ¡BOOM!

El pequeño trailer empezó a difundirse por todo lado y las especulaciones no tardaron en aparecer y es que Mike permitió que se filtrara información acerca de la demanda. Con esta información, el roedor echó gasolina a las llamas del público mencionando que cabía la posibilidad de que la serie nunca viera la luz de la pantalla grande si Sonic ganaba el juicio. De esta forma, ella sería la única culpable de que la gente nunca conociera la faceta familiar de Scrachy.
La respuesta de los seguidores del trabajo del ratón fue inminente. Gente de todo lado criticaba a Sonic por intentar alejar a Scrachy de la pantalla grande. “Es mi personaje favorito”, “Más bien el ratón le dio fama”, “Malagradecida” o “Ya no es tuyo, ha cambiado” eran solo algunas de las frases que le gritaban a la cansada artista. El malévolo roedor había jugado muy bien sus cartas, y es que sabía que nada enfurece más a la gente que les quiten su preciado entretenimiento.

Capítulo 5

Una bellota inesperada

Los días pasaban y la crítica y escepticismo era muy evidente. El juicio era visto por grandes y chicos a la espera del veredicto final. La pobre Sonic solo podía pensar en si había hecho lo suficiente. A veces dudaba de si hacía lo correcto, después de todo el sueño de Scrachy era ser una estrella de cine y lo era. ¿Acaso solo era el capricho de ella por ser reconocida? ¿No era puro egoísmo de su parte privar a su creación de su más grande fin?

Sintiéndose algo decaída, caminó sin rumbo por las calles de Drawland. Pasando por un callejón, mismo con el que empezó todo, escuchó algunos sollozos y quejas. Sonic se acercó a la fuente del sonido con cuidado y muy lentamente. Una silueta conocida, de pelaje rojizo y cola frondosa estaba oculta detrás de una bolsa de basura. Con mano temblorosa, Sonic tocó a la criatura que con fuerza se dio la vuelta y la mordió.

Sonic estaba horrorizada, pensaba ver sangre escurriendo por los dientes de la criatura, pero grande fue su sorpresa cuando vio que no tenía nada y el dolor era casi nulo. Su atacante no tenía dientes, solo una triste mirada cansada. Era don Zorro. Pero no aquel elegante canido que la joven recordaba. No. Su pelo estaba sucio y enmarañado, su preciosa cola se convirtió en un simple estropajo, y el elegante traje que una vez cargaba ya no existía. Además, de todo esto un hueso de pollo se le había encajado en el paladar.

Al antiguo empresario le ocurrió, lo que le ocurre a cualquiera que vaya en contra de los planes del ratón, fue arrojado a la basura. A la hora de la compra de la empresa de don Zorro, Mike se dio cuenta que el no encajaba totalmente con la imagen que el roedor siempre daba. Sus fieros dientes y actitudes no iban acorde a la dulce figura de la producción del ratón. Así que le recomendó hacerse un tratamiento para limar sus dientes y verse más amigable, pero desafortunadamente no funcionó y todos los dientes del canino se cayeron. Un zorro chimuelo e indefenso tampoco le servía a Mike, así que decidió despedirlo. La empresa que había fundado el canido ya no era suya, ni siquiera el nombre era suyo, ya que el astuto ratón decidió poner el nombre de la estrella de mar que ahora comandaba la misma.

Sin trabajo, ni reputación, ni apariencia, don Zorro empezó a formar parte de las filas del desempleo. Era como si nunca hubiera existido y es que con su nueva apariencia no era ni la sombra de lo que solía ser. Poco a poco, el antiguo empresario empezó a deambular por los basureros, en busca de algo que su inexistente dentadura pudiera masticar. Es así como, por azares del destino llegó a ese preciso momento a encontrarse con la persona a la que le había quitado la paz.

Si bien Sonic sentía mucha rabia ante este espécimen, también sentía pena por él. Así que lo llevó a su casa para curarlo y tal vez darle un poco de comida. Zorro no entendía por qué hacía eso, pero tenía que admitir que como justicia poética el se encontraba en una situación similar a la que ella vivió. Ambos habían sido víctimas de un poder mayor que tomó ventaja de su talento y después los botó.

Esa idea seguía revoloteando en la mente del peludo después de la curación, de la cena, del baño de burbujas y de la siesta que se dio en la casa de Sonic. Zorro se levantó en la oscuridad de la noche, ordenó el pequeño sofá donde durmió, abrió la puerta y desapareció.

Capítulo 6

La gran Bellota

Al día siguiente era el veredicto del juez. Sonic se levantó y se quedó sorprendida al no ver a don Zorro en el sofá, pero imaginó que tal vez se sintió incómodo y se fue.
Con mucho nerviosismo fue al juzgado. El juez ya tenía una resolución definitiva. Sonic no sabia qué pensar, solo esperaba que al fin se hiciera justicia. El silencio y la tensión ahogaban el ambiente, hasta que la voz sepulcral del juez la rompió para decir que empezaba el juicio.

Después de muchos alegatos y testimonios la situación parecía fatal para Sonic. De pronto, el juez levantó con mucho cuidado una hoja de papel, un boceto de la creación de Scrachy. En Drawland, este documento era como el acta de nacimiento de los personajes y la firma que tenía el documento delimitaba quién era su creador y en ese pequeño pedazo de papel, que Sonic pensaba que se había extraviado el día de la entrevista de Scrachy, figuraba la gran firma de la artista. Lo que significaba que ella era oficialmente, y según la ley, la creadora y tutora de Scrachy.

La sala se llenó de algarabía y sollozos. De pronto, unas grandes puertas de madera se abrieron y salió Scrachy sujetando una bellota. Al ver a Sonic, soltó la bellota y con locura saltó a los brazos de su creadora quien lo abrazó con mucho cuidado y cariño, como si se tratase de un pedazo de papel. Ya nada, ni nadie, nunca los podría separar otra vez.

Epílogo

Después del juicio, Sonic celebró su logro junto a todos los que la apoyaron. Para no defraudar a los fans de Scrachy, Sonic permitió que se realizara la serie que Mike prometió, algo así como una despedida de la pantalla grande. A regañadientes y algo inconforme, Mike realizó la misma, pero a pesar de lo que pensaba no llegó a ser uno de sus productos más rentables. Tal vez, algo lógico considerando que el ratón seguía ofreciendo el mismo recalentado de personajes, pasándolos de películas a series, secuelas, cortos y otros muchos productos más.

Por su parte, Sonic y Scrachy no tienen nuevos proyectos en el mundo de la farándula. Mas Scrachy siempre tendrá como recordatorio sus mayores éxitos que se siguen transmitiendo, porque no sería justo dejar a sus seguidores sin estas obras que cautivaron a millones. Tal vez, en un futuro decidan realizar algún trabajo, pero por el momento lo único que le importa a la ardillita es estar junto a su creadora y controlar su locura por sus dulces y suculentas bellotas.

Y respecto a su humilde narradora solo quiere recordarles que detrás de este cuento no existe un odio irracional hacia los roedores, sino que espera que toda aquella magia y fantasía pueda vivir libremente y no bajo una jaula comandada por el general ratón. Un mundo en el que ratones, zorros, ardillas y Sonics puedan expresarse sin ser callados, mostrando sus creaciones e ideas sin ser silenciados. Un mundo en el que los sueños sí se hagan realidad.

¿La complejidad de lo simple o la simplicidad de lo complejo?

La mente humana es algo tan complejo y al mismo tiempo tan simple que no importa cuantas palabras se utilicen para describirla, siempre quedará un dejo de amargura e insuficiencia en la boca del que las pronuncie. De hecho, toda esta etapa de encarcelamiento o encapsulamiento (da igual el término, pues el sentimiento que ocasiona es el mismo) me ha hecho caer en cuenta de que muchas cosas que vemos y vivimos diariamente son tan complejas y simples como la mente humana. Todo depende de los ojos que observen. Por lo menos para mí, una de esas experiencias es la compra de libros, o mejor dicho, la adopción de libros.

Hablo de la adopción de libros, porque considero que un libro no es un simple objeto que vale solo las monedas que se pagan por él. Porque si empezamos a hablar de la oferta y la demanda, los vendedores podrían terminar debiendo sumas millonarias, pues en esas simples hojas con garabatos, hay sueños, vidas y almas, que se plasman en cada letra y cada párrafo de ese pequeño pedazo de lo que podría ser la mente humana.

Un libro es un ser que por sí mismo tiene mucho que contar, solo que en su propio lenguaje, pero vamos, todos los seres vivos tienen sus propias formas particulares de comunicarse con los otros y no por eso dudamos de su calidad de seres vivos. Probablemente esta suene como una idea muy descabellada para algunos, así que seguiré hablando de la adopción.

Personalmente, no creo que uno escoja los libros que se quiere llevar a casa, los libros lo escogen a uno. Evidentemente, esto ocurre si se trata de una relación duradera, y no así de un encuentro fortuito que pase a ser clasificado como un mero capricho. Al estar entre tantos libros con mundos inimaginables y portadas bonitas uno puede perderse, pues son muchos y el dinero poco. Pero en ese momento, entre un mar de incertidumbre, un libro capta nuestra atención, ya sea por los colores de la portada, o una simple palabra del título. Nos cautiva a primera vista y ese momento solo se hace aún más perfecto cuando el vendedor pronuncia las palabras: “tómelo, es suyo”.

No quiero limitarme a mencionar solo a aquellos libros hermosos con un fresco aroma a nuevo y páginas impecables. No, también quiero hablar de aquellos libros que, al igual que muchos otros seres, son víctimas del accionar humano y de su falta de cuidado con seres indefensos. Hablo de aquellos libros que muchos hemos debido ver en “El Correo” o en alguna tienda de libros al 2×1. Esos pobres ejemplares sin portadas, despintados, con páginas garabateadas o faltantes y que a duras penas pueden soportar el peso de su existencia; aquellos que nos pueden contar toda su historia sin siquiera leerlos, pero lo hacen con su olor, la textura de sus páginas y las manchas de su ser. No puedo decir que todos estos libros no hayan tenido la suerte de tener dueños que los cuidaran, pero como siempre, el destino nos depara lugares cada vez más y más diversos. Este cúmulo de seres desamparados solo busca a alguien, una persona con la que seguir contando sus historias y… ¿Por qué no? crear algunas nuevas.

Por eso creo que la biblioteca de cada uno no debe ser exactamente algo impecable, sino algo diverso e irregular, tal cual hizo el Dr. Frankenstein con su creación. Una pizca de amor y fantasía combinada con una mezcla de suspenso y dramatismo que de alguna forma nos permite ver solo un pequeño pedazo de la simplicidad complicada de la mente humana.

Las Intermitencias de la escritura

Por: Renata Eguino Salamanca

Al empezar a querer hacer esta nota, hace ya varias semanas, y aunque pensé y pensé sobre qué tema debía tratar, he admitido finalmente que después de mucho tiempo estoy sufriendo de dificultad para escribir que me está rompiendo la cabeza. He entrado a este espacio oscuro llamado por muchos “El bloqueo del escritor”, y no es que me considere escritora ni mucho menos, más bien como diría mi buen amigo Gabriel Iriarte, “escribidora” me describiría mejor.

Pero ya, hablando en serio, ¿les ha pasado alguna vez? Seguro que sí. Y es de los momentos más difíciles para quien trabaja con las letras, porque pasamos a sentimos esclavos de ellas (de las letras digo). Y qué jodido había sido liberarse ¿no?.

Los (malditos) bloqueos se suelen dar en actividades que realmente nos importan –eso es lo peor-, nacen en aquellas situaciones en las que más quieres destacar pero misteriosamente tu mente decide ponerse en blanco absoluto, joderse como una computadora averiada y hacer mal aquello que casi siempre habías hecho bien –o maso menos bien-, te impide incluso en muchos casos practicar y esto genera obviamente una perdida técnica en la habilidad que se encuentra bloqueada.

En cuanto a la escritura, para mí, es un tanto distinto, el bloqueo no tiene tanto que ver con la falta de práctica o con un declive en la fuerza de voluntad, sino más bien con un estado mental y físico de tremenda tensión en el que choca el deseo o la necesidad —quizá desmedidos— de escribir con la incapacidad y el rechazo a hacerlo. En palabras simples podemos decir que algo que mucho influye en el bloqueo del escritor es el miedo, y así como en la mayoría de los casos, los miedos viscerales no nos permiten dar lo mejor de nosotros mismos, ni ejecutar bien las cosas que debemos hacer.

Sin embargo, pienso que lo que realmente genera el bloqueo no es el miedo mismo, sino nuestra lucha encarnizada contra él. El recelo al rechazo es natural en una sociedad tan competitiva y racionalista como en la que vivimos. Por eso creo que una de las cosas que más nos cuesta es unificar cuerpo, corazón y mente. Escindimos pensamientos y emociones, como soldaditos de plomo en un jueguito de guerra, y los ponemos a luchar. No nos permitimos escucharnos atentamente e identificar qué es lo que sucede con nosotros, pero sobre todo, en el caso de los que escribimos. En este tipo de momentos, lo que más nos cuesta es saber que es lo que realmente queremos decir.

¿De qué tienes colmada la cabeza y en el corazón en este relámpago oscuro tan jodido que estas habitando (o que más bien, que te habita a ti)?

Seguramente no que es lo que los demás quieren leer de ti, pero sin soltar esto, la fluidez y naturalidad que requiere la búsqueda de la buena escritura no va a regresar a ti ni ahora ni posiblemente nunca. No hay recetas para ninguna de estas cosas, pero mi buen consejo es que por un cachito te valga un caucho el jefe, el editor, el docente o tu chico y escribas lo que realmente necesites escribir, por ti y para ti. Un consejito muy cliché pero que pocas veces realmente llevamos a cabo.

Es cierto que al escribir (al bailar, al actuar, al existir) corremos el riesgo de que no les guste lo que hacemos y de que nos reprochen de meter la pata y de no ser “lo suficientemente buenos”, de sentir el peso de la cuarentena y ver acercarse a la muerte con cada golpe en el teclado. Y no es una mera hipótesis: seguro que nos pasa todo eso y mucho más.

Pero también es verdad que, a pesar de todo, escribir forma parte de nuestra vida, nos hace personas y nos saca de un automatismo enfermizo que de hecho hoy en el contexto actual se siente más que nunca.

Finalmente creo que para superar este bloqueo, debemos empezar admitiendo nuestros miedos y bajar las armas. Darnos un auto apapacho y saber que detrás de ese terror puede abrirse un delicioso universo literario de posibilidades (que posiblemente te salga un asco) pero que importa, yo solo así me animé a escribir esta notita que estas leyendo.

Porque aunque sienta este miedo profundo, como lo dijo Eloy Tizón: «Sé que mientras estoy escribiendo no puedo morir».