Enseñar a contar

Nadie enseña a contar y sin embargo todos nos enseñamos a contar. Contar es la búsqueda incesante de la belleza que nos transmite el entorno. Contar es pensar en todo lo que nos importa podemos ordenarlo en palabras que tengan un sentido. Las palabras con sentido, las palabras que vuelven a la vida, las palabras que son imágenes. Las palabras que nos comunican con las palabras que leímos con las que nos enseñaron, con las de hace cien, mil y doce mil años. Las que cuenta esa cueva de los sueños perdidos, las palabras que tratamos de expresar luego de un sueño confuso que nos quiso decir algo, las palabras que pensamos cuando queremos dar una clase, un discurso. Las pinturas que nos cuentan sentimientos, las películas que queremos contar de otra forma, los libros que nos hablan de algo que nos importa y luego nosotros queremos escribir nuestro propio libro, o nuestra propia versión de los hechos.

Cuando era niño hacía mucho eso, el contar mi propia versión. Cuando veía una película, cuando leía un libro, casi siempre pensaba en todas las posibilidades que le veía a la historia y mientras más me acercaba al final más pensaba en todo lo que se habían saltado, en todo lo que no habían contado. Muchas veces, luego, me encerraba en mi cuarto, o en el baño y me contaba a mi mismo cómo tenía que ser esa historia que me habían contado en ese libro, en esa película, y me creía al menos mientras me la contaba que esa era la verdadera versión y me gustaba. Estoy seguro que no soy, ni mucho menos, uno de los pocos que ha hecho esto. Estoy seguro que lo hemos hecho casi todos, al menos en nuestra infancia. Es un ejercicio maravilloso. El problema es que con los años nos olvidamos de hacerlo y preferimos que otros nos digan todo, incluso nos interesa más el final que la misma historia.

Pero en el fondo nos gusta seguir inventando, nos gusta seguir en contacto con todo lo que nos habla. Alimentarnos y sentir todas las historias que están ahí, esperando que las descubramos. Pero no es que descubramos cómo contarlas, es que descubramos su conexión con nosotros, su belleza. Y entonces, ese momento, la belleza, el asombro nos hace suyos. Y entonces, solo entonces quizá una técnica, un conocimiento de cómo contar, un consejo, un tipo, nos ayude.

De eso hablaremos, en ese taller que se viene, de la belleza de contar, de la belleza de encontrarnos y trascender la virtualidad.

Taller ¿Por qué contamos?

El año pasado di un taller corto de Narración Oral para la cooperación alemana. En la experiencia revisé varias ideas que me han perseguido o tal vez yo las he perseguido a ellas. Hace varias semanas una ex estudiante mía me contactó para preguntarme si no pensaba algún rato dar un taller de Narración Oral. La idea estaba hace ya un tiempo, incluso planteada para darla en la Universidad donde doy algunas clases. Sin embargo, ya se sabe, ya no hay presencia física en las universidades hasta nuevo aviso. Pero las ideas siguen ahí y las he ido ordenando y alimentando para darle aún más coherencia. Entonces bajo la excusa del pedido de mi ex estudiante acá se lanza este taller. Toda la información la encuentras a continuación:

Paciencia y final

paciencia de chirimoya

Es verdad que muchos van perdiendo la paciencia. Pero ¿qué es la paciencia? ¿Por qué tenemos que tener paciencia? Si lo mejor siempre es lo inmediato, lo que disfrutamos, el orgasmo. Pues no, a eso nos ha llevado la idea de consumir por consumir; a querer el instante de gozo y de premio pero solo hay vacío y ganas de más. Una droga poderosa e insaciable.

Entonces ¿cuál es el sentido de leer este texto? ¿Habrá algún sentido? ¿Importará en lo más mínimo? La verdad es que no, nada importa y a su vez todo importa. Es decir, lo que importa siempre fue, y siempre es el camino, la seducción y el deseo, el misterio, no la resolución del mismo, el preparar el ají por tres horas, no el pedirlo por envío a domicilio. Lo que importa es la espera, lo que importa es la búsqueda, mucho más que la llegada. La llegada, el éxtasis, eso sólo existe y tiene algo de sentido si hemos tenido el tiempo para perder en el camino, si hemos podido leer las casi quinientas páginas de cien años de soledad para que el apresuramiento de lectura de Aureliano en los pergaminos y esa su comprensión de no poder salir de ese cuarto “que la ciudad de los espejos (o espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres…” realmente tenga un peso y tal vez un sentido. No sirve de nada leer un libro si lo único que queremos es que termine, saber qué pasa al final. Eso es símbolo de mala literatura. Lo que importa es siempre estar perdido en el instante.

Lo mismo pasa en la gentileza de escuchar que alguien te lee un texto, que alguien te cuenta un cuento, si no lo soportas solo puede ser por dos razones, o el cuento es muy malo y ya sabes de qué va. O eres un ser miserable y triste que no puede concentrarse en el instante del regalo que alguien te hace invirtiendo belleza inservible, desechable, perdida solo para leerte ese párrafo, ese cuento. Para contarte su historia que para él, para ella, es importante.

Cada vez es más frecuente los aburridos con razones. Los que creen que ser un aburrido es un posicionamiento intelectual y solo denota su incapacidad de conectar con ellos mismos y el mundo. Los chicos ya no se pierden en el saber, los viejos ya no tienen paciencia para morirse, solo quieren saber el final.

Se lee mucho hoy, pero se lee el newsfeed de facebook las historias de instagram, que tienen su mérito, pero a veces solo son pildoritas desdichadas para quien quiere consumir ese pedacito de insatisfacción de morbo, de saber si alguien confiesa una enfermedad terminal, un amor infinito, un putazo político heroico, una campaña que no haré yo para salvar el mundo, y entonces puedo poner me gusta, o compartir (si es que no soy tan egocéntrico) y algunos hasta copian textos y pegan porque el texto le dice copia y pega en tu muro, porque ya han perdido incluso la capacidad de decir lo que sienten, mejor si lo dice un texto ya escrito antes, ya escrito por otro, total yo ya no existo, yo no tengo la paciencia para existir.

Este texto inútil dice solo esto, este texto quiere decir más, pero no lo dice porque no puede. Y sin embargo lo intenta. Quiere decir que busco disfrutar más el presente, cada vez pensar menos en el orgasmo, cada vez disfrutar más el no saber en qué terminará todo. De todas formas ya sabemos, al final de todas las historias, todos mueren y todos se hacen daño. Padres, madres, hijos, hijas, esposas, amantes, fotógrafos, cineastas, actores, directores, escritores, amigos, ingenieros y hasta los caporales de San Simón. Pero igual bailan un ratito más, sacan la foto, se abrazan y capturan el instante, porque el final no importa, porque agradezco me leas, porque agradezco que no importe nada. Porque existir es inútil, pero es hermoso.

Vacunas y tonterías.

tontería

Pandemia de la incapacidad de leer (spoiler: para eso no habrá vacuna)

2021 está aquí, cuetes y más estupideces dieron la bienvenida al nuevo año, a la nueva década. Me hubiese gustado comenzar con algo más poético y cercano al mundo estético que es del que disfruto hablar, pero no, estoy aquí para descargar mi frustración hacia la estupidez con título universitario.

La pandemia fue oficializada por la OMS hace ya casi un año. Vivir en pandemia es lo normal en nuestras vidas. La misma a generado un interés en la información sobre la enfermedad, sobre sus causas, curas y posibles soluciones en la inmensa mayoría de habitantes del planeta. Al mismo tiempo ha generado cantidades insospechadas de desinformación y, más preocupante aún, cantidad de gente supuestamente educada (con su título colgando en algún lugar de su hogar) que no puede distinguir y leer esa información y termina compartiendo o difundiendo la desinformación.

Leer y distinguir información de chisme y malas teorías conspirativas (por absurdas) es hoy en día objeto raro en una conversación. Parece que si alguien piensa de una forma por más absurda que sea su idea igual tiene validez mediática y prestigio que una información argumentada. Y así llegamos a un tipo que por ser alemán quiere meter Dióxido de cloro por todas partes sin ningún fundamento científico y lo hace de frente y entrevistado en las principales cadenas de noticias de Bolivia, encima se da el lujo de humillar tratando poco más de ignorantes a algunas periodistas que (con poco atino y habiendo hecho el mínimo trabajo periodístico) quieren hacerle preguntas incómodas. Habrá alguno que lee esto y piensa que el dióxido de cloro es una medicina probada contra el COVID, y pues temo decirle a ese crédulo que el hecho que le funcione a una, dos o quinientas o miles de personas, no es prueba científica si no se hace ensayos de laboratorio imparciales en los cuales no se quiten todas las otras alternativas que pueden interceder para que se sane el paciente. En el caso del COVID, lo más probable es que el dióxido de cloro perjudique la salud, y si se sana se hubiera sanado igual sin tomar el no medicamento. (https://www.atsdr.cdc.gov/es/phs/es_phs160.html) Pero si aún así crees, pues lo tuyo ya es religioso y es verdad, puedes creer, y con tu creencia puedes matar a muchas personas, como todas las religiones.

Ahora junto a la segunda ola del COVID y con la llegada de las vacunas se vive también una segunda ola de imbecilidad o incapacidad de leer información. Hay mucha gente “educada” que alegremente decide que no se va a vacunar porque cree que ninguna vacuna es segura. ¡Bravo por la falacia! es decir, por supuesto que ninguna vacuna es segura, tampoco la del sarampión, ni rubéola, ni hepatitis B, ni poliomelitis, y un largo etc. Pues siempre hay una parte de la población que va a presentar alguna reacción. Todo esto lo sabemos y aún así vacunamos a nuestros hijos, aún sabiendo que si no los vacunamos lo más probable es que no se enfermen, porque existe en casi todos estos casos inmunidad de manada. Se trata de una acción en que solucionamos problemas serios en comunidad, porque solo si todos o la gran mayoría tenemos inmunidad, podemos superar esos virus. Pues adivinen, en el COVID es lo mismo y un montón de papafritas olímpicos en gran acto de egoísmo huevón, han decidido que por ahora no se van a vacunar, porque no confían en la vacuna. Ojo esto no solo pasa en nuestras latitudes, Francia divulgaba la pasada semana que 6 de 10 franceses no piensan vacunarse(https://www.dw.com/es/francia-campe%C3%B3n-mundial-de-pa%C3%ADses-refractarios-a-vacuna/a-56090221) Si se informaran, si realmente se informaran, se darían cuenta que las vacunas actualmente aprobadas son por lo menos igual de seguras que las que usamos normalmente, solo que ahora mismo, en medio de la pandemia, los riesgos son aún más altos de contagio y de muerte de un ser querido. Pero Monsieur Papanatas no se va a vacunar porque es incapaz de informarse y de poder leer la información; cree las estupideces que le llegan por WhatsApp porque circulan en su grupo de resistencia Kochala, jóvenes por la democracia, OTB Molle Molle Central, grupo de Docentes universitarios, o ya mero mero su grupo de compartir recetas de cocina, porque seguramente lo que le mandan sus grupos de confianza es información de confianza, y de nada sirve que tenga un título universitario, el güey se la cree. O, tal vez, simplemente no le importa nada más que su propio trasero.

Y así llegamos a donde estamos, el ejercicio de la ciudadanía cada vez muere más, porque muy pocos pueden o quieren hacer el esfuerzo de ejercerlo, porque sí hay que saber encontrar información para esto, hay que cruzar fuentes, hay que usar una metodología de pensamiento crítico y no una teología de le creo porque quien me dijo yo le creo (es decir porque me gusta el chisme). La situación es grave porque la democracia en estas condiciones no tiene ningún sentido. La gente claramente va a votar por cualquier cosa, y eso va a llevar a que nos lleve la fregada y algún grupúsculo violento y con poder (seguramente económico) tome con aún más fuerza el control de todo (no sólo nuestra vida). Esto no es una teoría de la conspiración, los lobbies existen, las farmacéuticas pagan, los bancos pagan para lavarse su imagen y los juegos de poder existen desde siempre y el más rico siempre gana. Y sin embargo, ni el más rico puede meterse en nuestra cabeza y evitar que sepamos leer. A no ser que renunciemos a leer y es eso justamente lo que está pasando y no necesariamente en los sectores populares, sino sobre todo en aquellos que se dicen estudiados y andan poniendo por delante de su nombre un título profesional para disimular su ignorancia.

La Lectura, la verdad y la gente

verdad

Todos leemos. A veces muchos incluso leemos los mismos códigos; los compartimos, los publicamos y otras personas luego leen lo que nosotros leímos antes. Pero no hay dos lecturas iguales, aún sea el mismo libro el que haya sido leído por dos personas de aproximadamente la misma edad y aproximadamente el mismo sexo, existen decodificaciones e interpretaciones de lectura igual que cantidad de personas que leen. Incluso la misma persona que lee un texto y relee mañana ese mismo texto, podrá constatar que la lectura y lo que saca de ella ha cambiado en la segunda vez (pese a que encuentre similitudes).
Este mundo complejo, maravilloso es nuestra herramienta básica para el aprendizaje, para la construcción del conocimiento de cada humano. Y sin embargo, hasta hoy, no conseguimos saber cómo realmente funciona. Hasta hoy, no encontramos herramientas que nos permitan aprender mejor de ella, acercarnos mejor a ella. La motivación a la lectura se ha confundido con la motivación a la lectura de libros; peor aún, se ha restringido esta tarea a los niños. Los adultos mientras trabajen y no piensen mucho, todo bien. La lectura nos confronta una y otra vez a nosotros mismos. Y sin embargo no pensamos en ella.
La Máquina de Leer cree que lo que nos interesa sobre todo es contarnos historias: sean de ficción, sean científicas o de leyenda. Nuestro saber es atraído cada vez que buscamos a los protagonistas de una suma, de un príncipe, y saber en qué numero termina. Saber si el número se convertirá en otro por la llegada en una suma o de una raiz cuadrada que lo sustraiga; Si la familia se convertirá en tres por la llegada de un niño o una niña; si el mago hará la magia, si el santo resucitará, si somos eternos al menos en la ficción o con ayuda de la ciencia, si el universo es infinito, si las estrellas siguen existiendo mientras las vemos. Todas historias, y en ellas y por ellas vivimos y aprendemos y enseñamos. La Máquina de Leer quiere también aprender y fascinarse con este mundo.

Existe una inferencia casi inmediata, aún en nuestros tiempos de hipercomunicación, a tomar lo leído como verdad. Verdad al menos de quien escribe. Esto se acentúa aún más cuando nos enfrentamos a un libro impreso, pues seguimos valorando el trabajo y las etapas que tuvo que pasar un texto hasta llegar a la imprenta, al menos por un asunto de presupuesto.
Lo cierto es que en realidad no tiene nada que ver el medio de impresión, ni su costo, con la validez de lo expresado. Lo que leemos no es verdad, ni siquiera de quien escribe el texto, porque desde que el hombre inventó el lenguaje y comenzó a articular palabra tras palabra para construir un discurso, también aprendió a mentir, o a ocultar información sirviéndose del discurso. Es también conocido el postulado que dice que de todas formas es imposible expresar lo que uno quiere decir, pues las palabras siempre estarán más limitadas que nuestras sensaciones y nuestra razón, y aún encontrando la forma de expresar que pensemos adecuada, siempre habrá la palabra no comprendida, la palabra que se quedó en la punta de la lengua, la entonación mal hecha, el contexto no ideal. Pero eso va más allá de la intención original del autor. Lo más común es que el autor nos quiera transmitir una verdad, y esa verdad sea mentira en otro contexto, o simplemente sea una intención de dominación, de imponer un pensamiento sobre otro. Lo vemos a diario en los medios de información y también en el cine o en la televisión, en los blogs.
Hace mucho que se dijo que la verdad no existe, hace mucho que se miente refugiados en papel o tinta digital. Lo que leemos sólo pueden aspirar a ser discursos organizados que se enfrenten a nuestra razón, es a nosotros decidir si los aceptamos, modificamos o rechazamos, es a cada uno de nosotros construir nuestra verdad. Pero la lectura seguirá siendo nuestra única arma para poder defendernos e identificar más lecturas mentirosas, sólo mientras más leamos estaremos un poco más preparados. Al menos esa es mi verdad.

Nos olvidamos leer nuestra realidad

Pasa algo curioso, érase una vez que la escuela nos vendió la idea que la sociedad iba a dejar de ser analfabeta porque todos aprenderían a leer. Y así fue, muchos fueron a la escuela, algunos pagaron escuelas y universidades particulares, ilusionados con ser personas con capacidad de resignificación de la realidad, pensamiento crítico y comprensión del entorno. Y de repente vemos imágenes tristes de personas que pasaron por una escuela e incluso una universidad a las puertas de un cuartel pidiendo un gobierno cívico militar (Es decir un golpe de estado a la vieja usanza). O personas aplaudiendo a grupos paramilitares en motos y hablando de democracia, entonces nos damos cuenta que el proceso de comprensión y lectura de la realidad en la supuesta clase educada está roto, no existe o al menos es sumamente defectuoso. Por eso vamos a hacer un pequeño análisis de lo que es la lectura desde un punto de vista teórico no especulativo y trataremos de ver dónde está roto el proceso de comprensión y qué se puede hacer (desde el individuo) para mejorar sus capacidades o al menos llegar al mínimo aceptable para convivir en sociedad.

Saber leer es un proceso complejo. Saber leer tiene distintos niveles. Vincent Jouve distingue al menos cuatro tipos de procesos que se dan durante la lectura:

El proceso Neuropsicológico, es decir el análisis de contenido, la operación de percepción, de indentificación de signos. Este proceso al ser ante todo físico, no es perfecto, muchas personas por ejemplo mientras leen tratan de acelerar la lectura y pasan por algo signos, o adivinan lo que se dirá y sacan conclusiones antes de terminar o sin leer del todo el texto. Además surge ya en este proceso el problema de la polisemia de los signos, la posibilidad de interpretar de distintas maneras lo que está escrito tanto de parte de la intención del autor que abre a partir del lenguaje las posiblidades del texto, cuanto del mismo lector que tiene distintas referencias culturales y de educación que le impiden leer en toda dimensión su dimensión.

El segundo proceso, siempre según Jouve, es el proceso cognitivo, es decir, ya no solamente el significado de cada palabra, sino del mensaje que quiere transmitir el texto. Para ello se hace un trabajo de abstracción importante. Suceden dos mecanismos: la progresión (donde el lector va avanzando su lectura y siguiendo el hilo de la misma sin perderse en el argumento) y la comprensión que es el trabajo de interpretación general que el lector hace del texto, es decir lo que la progresión está resignificando mientras leo.

El tercer proceso es el afectivo, donde más se implica el prejuicio del lector, entonces busca identificarse con lo que se dice, con los protagonistas del texto, con sus luchas, se identifica como grupo por sentimientos o ideologías, o simplemente por una cuasi situación de romance, de querer ser o no ser como la situación que le describe el texto. Así podrá emocionarse hasta las lágrimas o renegar al punto de la efervescencia mientras lee. Este proceso en particular es el que más perjudica al pensamiento crítico, pues al lector le cuesta salir de su burbuja con tal de rectificar o comprobar lo que cree. La ficción de calidad es la que más va a poder jugar y complejizar este proceso para no caer en dicotomías fáciles tipo bueno-malo, triste-feliz. Por supuesto en las noticias de actualidad se exacerba justo este proceso de la peor forma cayendo en fundamentalismos de poca profundidad.

El último proceso es el argumentativo que compete netamente a la capacidad de reconstruir la intencionalidad del que escribe el mensaje. Comprenderla en su conjunto, lo que busca, lo que quiere lograr, lo que logra, a quién se dirige.

Una vez culminado este proceso y si hacemos los deberes de análisis, re lectura, puntos de vista y tomando en cuenta nuestros propios prejuicios podremos saber o descubrir significados. Cuando seguimos el relato de una ficción sabemos que es una ficción y jugamos a que es verdad por voluntad propia y cuando terminamos la lectura podemos distinguir perfectamente lo ficticio de lo real, porque sino sería confuso. Muchísimos escritores, cineastas y artistas juegan con este límite de lo real y ficticio; y es, en su sutileza y mantener el interés, el morbo de la ficción creíble, donde radica el hecho de la narración.

Pero cuando ese fenómeno se pasa a la realidad y una gran cantidad de población supuestamente educada no es capaz de distinguir el juego, lo real, lo ficticio, el meme, la broma, la intriga, la mentira, la falacia, los hechos de su mundo real. Cuando se deja llevar por lo que le llega viralmente por su red social o teléfono, entonces toda la base de entendimiento y construcción social que hemos mantenido en el último siglo tambalea. La sociedad no es capaz de ejercer su supuesta libertad si ella no es capaz de leer y comprender los fenómenos en su complejidad, o al menos institucionalmente ponerse de acuerdo de la verdad o la mentira.

En Bolivia se vive un caos generado desde sus instituciones formales e informales, se denuncia fraude desde instituciones como el comité pro Santa Cruz sin presentar hasta ahora una sola prueba y tenemos miles de personas que no persiguen un interés personal que no son capaces de leer que les están usando para un interés particular y les siguen la corriente, aparentemente guiados por el simple hecho de odiar con toda el alma a quien ganó la elección. Incluso desde el mismo Tribunal electoral y fuera de su institucinalidad, una vocal, que aparentemente duda de la transparencia que hace unos días firmó y ratificó con su propio puño y letra, añade dudas y chismes, pero ni una sola prueba o indicio concreto de irregularidad. Resultado: miles que esperan cualquier cosa para reforzar su prejuicio, toman la no prueba como prueba y así se prueba mi postulado, no parecemos ya una sociedad que pueda funcionar ejerciendo una endeble democracia, pues no sabemos leer lo real y lo ficticio, porque confundimos chisme con información, porque solo buscamos reforzar nuestro punto de vista.

Y de acá parte mi preocupación de fondo. Como especie y desde la antropología nuestra construcción social ha sido un lento devenir para encontrar acuerdos y vivir en complementariedad con otros. El Homo Sapiens venció, según la ciencia, a los neandertales no por ser más fuerte, sino por su capacidad de empatía con su semejante, su capacidad de asociarse con otro y compartir sus conocimientos. Eso significó el triunfo del Homo Sapiens en la carrera evolutiva sobre un contendiente más fuerte físicamente como el Neandertal. Y acá estamos, finalizando el 2020 y actuando más como Neantertales que como Homo Sapiens(acá el enlace a un artículo a propósito de un sitio excelente). Entonces renunciemos de una vez por todas a la ciencia, al método científico, a la capacidad de encontrar belleza en el mundo, a la capacidad de ver la belleza que el otro ve en el mundo llamada arte. Renunciemos a la lectura y renunciemos a todo y vamos sacarnos las cabezas como sugieren estos grupos que en teoría fueron a la universidad pero parece dominarles sus hormonas antes que sus neuronas.

Leer es complejo, pero es bello, es un trabajo que nos hace humanos y nos hace dignos de vivir junto a nuestra familia, pero también nos hace dignos de comprender al otro que habla otro idioma y poder crear la traducción. Aprender lo que el otro entiende sobre la vida, sobre el amor, sobre la belleza, sobre la comida, sobre existir. En 1953 Ray Bradbury escribió Farenheit 451, parece que hoy más que nunca estamos no solo más cercanos a prohibir los libros, sino a prohibir la lectura, la verdadera, la compleja, la bella

Los elfos de Tolkien seremos los humanos

Ilustración de Ted Nasmith

La humanidad se dirige directo a eliminar la muerte del cuerpo biológico en el que habita. Por supuesto este alcance no será para todos, sino solo para los que quieran y puedan pagarlo. Es decir una pequeña parte de la población. Luego vendrán todos los conflictos éticos y morales. Quizá el derecho a la vida se extienda al derecho a la inmortalidad, ¿quién sabe? Las posibilidades se van extendiendo más y más. Nuestra sensación del tiempo cambiará también (de hecho ya es muy diferente a hace un par de siglos o más) Las generaciones ven la vida como una posibilidad realista de 80 vueltas al sol. Nos es dificil de entender que cuando el humano aprendió la agricultura con suerte llegaba a los 25 años. En la Roma gloriosa la esperanza de vida era de 30 años  y hace poco más de 100 años era entre 45 a 50 años. Por lo que esto de acordarnos de los años 70, 80, 90 como recuerdos recientes y vivos como especie es muy nuevo.

Los avances tecnológicos y la medicina nos han llevado a un nuevo contexto con nuevos problemas. El más grave es seguramente el calentamiento global y la dilapidación de recursos que llevamos a cabo por insistir en un modelo capitalista que fija el progreso en el beneficio económico. Como especie nos enfrentamos a nuevas enfermedades causadas por este mismo desarrollo. El cáncer, la diabetes, nuevos virus, la resistencia de las bacterias a los antibióticos, entre las principales amenazas. Sin embargo para todos estos problemas la medicina y la tecnología parece estar en la vía correcta (por más que tarde aún algunas generaciones) en conseguir el éxito. Finalmente al ya tener la capacidad tecnológica y técnica de poder manipular genéticamente a un ser humano con la tecnología CRISPR, nos aseguran que tarde o temprano seremos capaces de evitar la muerte de una u otra forma. Y todo esto hoy más que nunca tiene menos de ficción y más de ciencia y probabilidad.

Tolkien y sus predicciones

EL MAR por Ted Nasmith

Tenía diecinueve años cuando leí el Hobbit, todavía recuerdo el sabor de devorar un libro tan estimulante que me devolvía a la esencia de la imaginación primigenia de mi niñez y al mismo tiempo una lógica y posibilidades de un universo en expansión en cada capítulo que avanzaba. 

Pero quizá el fervor de lectura con conecciones, posibilidades imaginación que roza mi cotidiano al punto de casi escuchar a alguien del libro tocando mi puerta (como en el cuento Continuidad de los parques de Cortázar) lo sentí con el libro de Tolkien que menos habla de la Tierra media: La caída de Númenor”. En la primera parte “Los papeles del Notion Club” (que quizá amerita todo un artículo para exponer su teoría) justifica la invención literaria a partir de los sueños lúcidos y habla de la posibilidad de viajar al pasado o al futuro siguiendo una técnica bastante estricta. Una de las formas de probar esto es cuando Tolkien hace la predicción de una gran tempestad en Gran Bretaña para el año 1987 (recordemos que Tolkien murió en 1973), predicción que se cumplió con apenas unos meses de variación, él dio una fecha en junio de 1987 y la Gran Tempestad en nuestra historia real se produción en octubre del mismo año (fue la más grande tormenta que se registró en Inglaterra hasta esa fecha). Con esa misma metodología “Los papeles del Notion Club” hablan de la posibilidad de visitar el pasado de manera coherente y cercana a la realidad. La ficción en todos esos casos es la decoración para un mensaje mucho más transparente, parecido a la realidad. Así mismo Tolkien creó sus lenguas élficas Quenya y Sindarin, explorando posibilidades ciertas del origen del Anglosajón y no inventándose un idioma como tal; sino estudiando a fondo y creando formas estéticas posibles e idílicas de ese idioma.

El Quenya y el Sindarin son los idiomas élficos por antonomasia. Y los Elfos, de alguna forma, según Tolkien, son los ancestros de los humanos. De hecho Eärendil(el célebre personaje que capturó el Silmaril en la epopeya El Silmarillion) ​​tuvo dos hijos, Elrond y Elros; el primero decidió ser Elfo, el segundo humano. Elros fue a toda regla el primer númenóreano (habitante de la Atlántida según los papeles del Notion Club). 

Los hombres serán Elfos

Y acá estamos, terminando 2020, con tecnología CRISPR ya disponible y con un sinfín de problemas éticos que afrontaremos y seguro sobrepasaremos en los siguientes años. Y acá una idea que pensé hoy mientras escuchaba la emisión de un programa sobre el Método Científico en Radio France Culture. Llegará el momento cuando habremos sobrepasado todos nuestros miedos. Entonces sabremos que podemos vivir indefinidamente y, como a los Elfos de Tolkien, tendremos que ser nosotros mismos quienes nos cansemos del futuro infinito, de la historia de la tierra, de estar vivos y deseemos descansar y abandonar estas tierras. Y ahí asumiremos al fin nuestra muerte como el último privilegio por elección. En este punto yo no puedo encontrar otra cosa que belleza y maravilla de lo que predijo Tolkien, de enfrentarnos de una manera muy carnal a una ineludible elección de partir, una elección que ya no tendrá la excusa de ninguna enfermedad, solo el deseo de ya no ser, o ser otra cosa, fundir nuestra conciencia

Esa es la frontera que nos llevará hacia eso que Tolkien llama el Camino Recto, el final elegido, el lugar en el que el horizonte en el mar deja de curvarse y abandonamos esta dimensión. Navegamos directamente hacia Valinor, aquel lugar que existe fuera del tiempo y el espacio, solo en la mente de Ilúvatar.

RUEDITAS AZULES

Me ataca un recuerdo feroz. Mi padre me ha comprado al fin el par de pequeñas ruedas para que pueda aprender a montar la bicicleta. Son dos rueditas que se ajustan a cada lado de la rueda trasera de la bicicleta que deja de ser bi, para convertirse en caudricicleta. Me ataca ahora, 36 años después, el recuerdo. Me ataca sin compasión el nuevo de esos pedales relucientes. Yo voy a probarla una vez que está bien ajustado. La bicicleta es una bMX con los manubrios azules, y protectores de esponja también azules. El asiento es una cara de águila amarilla. Los recuerdos de la infancia son tan fuertes, tan nítidos. Me subo, siento que estoy en una especie de trono, se siente bien, como en control de algo, como que siento que en cuanto me he subido a la silla y he comenzado a pedalear ,he crecido o madurado unos años en apenas un instante, me siento feliz.

Me costaría mucho dejar las ruedas azules, casi un año creo. Las dejaré en una visita a una plazuela grande en la que mi padre irá empujando y sosteniéndome, y yo con miedo de caerme sin las ruedas azules ya quitadas, yo que creo que no lo voy a lograr, que me voy a caer y no me caigo y no me caigo, he aprendido a tener equilibrio en la bicicleta.

Diez años después en esa plazuela, rodeado de todo mi curso, declararé mis intenciones de ser novio de una niña por primera vez en mi vida. Ella no me dirá que sí. Todavía no he aprendido a tener equilibrio frente a la chica que me gusta y no sé si lo lograré.

Jean-Marie Schaeffer y las reflexiones sobre la mecánica de la ficción

Un sueño mío

Por estos días el morbo de una historia a la cual no tenemos acceso ha vuelto a tomar titulares en Bolivia. El caso de feminicidio de William Kushner. Las redes revientan de puntos de vista. Dos verdades y distintos culpables se sacan la mugre en vivo y en directo por las redes. Hay un hecho concreto. Una persona murió y otra quizá la asesinó, la justicia dice que sí, otros dicen que no. La verdad es que nosotros solo podemos creer en versiones y esas versiones nunca podrán acceder a la verdad, entonces nos serviremos de la ficción para explicarnos lo que pasa, pero será mentira en cualquier caso.

Todo esto me llevo a la relectura de lo que para mi es un texto, o quizá EL texto básico para comprender la ficción. El libro Porqué la Ficción, de Jean-Marie Schaeffer. Un libro sobre el uso fascinante de la ficción, y su influencia ineludible y clave en el aprendizaje. Es necesario aclarar que se trata también de una interpretación personal de lo que Shaeffer propone, sin duda hay muchas más.

Los apuntes son una transcripción automática de mis notas sobre el libro. Creo que el valor de este texto radica en rescatar las ideas, para mi, fascinantes, que propone Schaeffer, que en su texto original. El libro puede llegar a ser denso y llevar mucho tiempo y relecturas para comprenderlo, esto se debe a la densidad de sus ideas. Por lo cual el texto que propongo ya es un texto fallido al tratar de simplificar lo complejo. Me gusta pensar que es una entrada para quien quiera interesarse en comprender el complejo y rico mundo de la lectura y salga de los prejuicios básicos de la misma, algunos de los cuales hablamos en la anterior entrada. Por último, las notas fueron tomadas en base a la lectura del libro en su lengua original, francés, por lo que pido disculpas también, por los galicismos que seguramente escapan. Ahora sí. Buena lectura.

La tapa del libro, recomendable desde todo punto de vista
Portada del libro en cuestión

La Ficción como parte de la realidad con la que debemos lidiar incluso antes de tener consciencia de la “realidad física” tiene una complejidad de ese sistema de asimilación, ensoñación, creación, libertad y expresión que es la ficción.

Una conclusión nada definitiva por definición a la que llega es la imposibilidad de delimitar completamente la ficción. Estamos rodeados por ella en nuestra percepción del presente, en nuestros recuerdos del pasado, en nuestras proyecciones del futuro. Pero también está en nuestra lectura del conocimiento, en nuestro entretenimiento, en nuestro aprendizaje. Lo cual para mi es capital. Pues entonces, el elemento estrella que debemos trabajar en busca del interés por el aprendizaje es la ficción, la posibilidad de de llevar a su mundo lo que nos permite construir la narratividad (para Schaeffer no toda la ficción es narrativa, aunque una gran parte sí lo es).

El caso Marbot

La tapa del libro publicada por Hildesheimer

Schaeffer parte del ejemplo de Wolfgang Hildsheimer que en 1977 había publicado una biografía sobre Mozart. Esta biografía pese a las controversias que generó se convirtió en un verdadero referente de la vida del célebre músico austriaco. Este hecho posicionó a Hildesheimer como biógrafo. El siguiente trabajo de Hildesheimer tituló “Marbot, una biografía”. En el mismo estilo que la obra precedente sobre Mozart, se recorría la vida de Sir Andrew Marbot (1801-1830) en los que se cruzó raudamente con otros personajes como Goethe, Byron, Schopenhauer, Delacroix, entre otros. Un trabajo serio en el cual se desmenuza la vida de Marbot de la misma manera que antes se hizo con la de Mozart. La única diferencia es que Marbot nunca existió.

Es ahí donde se instala el debate sobre la ficción y cómo reconocerla. Muchos, incluyendo académicos, creyeron que Marbot había existido de verdad.

Este hecho se dio por las siguientes razones:

1) Un contexto autorial (La contrucción del texto igual a la de Mozart e inmediatamente publicado luego de este).

2) El paratexto, en el cual se indicaba “Una biografía” y había una imágen (hecha por Delacroix) “real” de Marbot.

3)Una mímesis formal, en el estilo, las citas (mezcla entre lo real y “forjado”)

4) Una contaminación del mundo histórico por parte de la ficción. Aquí un punto interesante que señala Schaeffer pues normalmente es lo inverso, el mundo ficticio es contaminado por el histórico. En una “biografía histórica ficticia”, la vida es contada por un discurso claramente ficticio. Marbot por el contrario es clarmente no ficticio (históricamente, pues salvo él, todos los demás elementos, incluso palabras del resto de los personajes como Goethe son reales). Por lo que se califica a la obra de Marbot como una “biografía ficticia historiada” (en la definición de Dorrit Cohn). Lo cuál hace de la obra de Hildesheimer un evento irrepetible, pues el público al verse “engañado” desconfiará la próxima vez de la “veracidad” de las obras de este autor.

El fingimiento (feintise)

Una obra de ficción necesita esa especie de acuerdo con su lector de saber hasta dónde puede creer o no en la historia. Necesita crear un lazo de confianza con el emisor del mensaje para asumir el discurso que lee de una u otra manera. Facilita esto pues la llamada “Inmersion a la ficcion” y a ese lazo Schaeffer lo llama “Fingimiento lúdico compartido”. En la obra de Hildesheimer pasó lo contrario es decir un fingimiento “no compartido”, ya que el objetivo fue, de alguna manera, engañar al lector, hacerle creer que lo que leía era verdad. Entonces la lectura se convirtió para muchos en verdad y no ficción. Y he aquí donde se instala la primera línea y quizás la principal del debate de la ficción en su relación con el concepto de verdad. ¿Hasta dónde se puede trazar la línea divisoria entre ellas? Si para un lector lo que lee es verdad, ¿no se convierte eso en realidad si nadie lo desmiente? ¿no vivimos entonces todos de alguna manera en una ficción pues siempre la verdad depende de un punto de vista que casi siempre puede ser refutado?

Schaeffer a ésto responde con que en la ficción “la cuestión de la verdad o la falsedad de representaciones no parece ya pertinente” (SHAEFFER :149). El hecho de que en las sociedades llamadas primitivas la distinción entre representaciones tomadas por verdaderas o falsas y la ficción no existían es sobretodo debido a la falta de interés de la antropología clásica por la ficción.

Schaeffer recuerda en esta parte a Pavel Thomas quien dice que la creencia a los mitos de la comunidad es obligatoria (un estado involuntario de ficción). Por el contrario la adhesión a la ficción es libre, claramente limitada del punto de vista espacial y temporal (como lo es en el fingimiento lúdico compartido).

“Los mitólogos son ciegos al hecho que las sesiones narrativas a partir de las que ellos reconstruyen sus pretendidos mitos pueden bien combinar secuencias “tenidas por verdad” por el cuentista y su auditorio” (SCHAEFFER:152). Hay que distinguir indispensablemente entre las creencias a las que nos adherimos y las construcciones imaginarias que no relevan este principio, arbitrario, pero válido de lo que consideramos ficción y lo que no. En el mismo se puede evidenciar la debilidad de la ficción y su casi dependencia de la fe personal.

¿Cómo funciona en la cabeza?

Toda representación posee una estructura de reenvío al “tema de alguna cosa”, “parte sobre algo”. Hace conexiones de referentes para estructurar pensamientos y realizar aprendizajes. La modalidad referencial es una estructura neurológica, que funciona como interfaz entre:

  • el sistema nervioso central,
  • el entorno exterior
  • los estados, actos corporales y mentales

Se trata del valor epistémico que le damos a una ficción (verdadero, falso, probable, posible e imposible). Una ficción no está pues obligada de denunciarse así misma como una ficción, pero sí ser anunciada como ficción. Es decir que usamos los códigos de la realidad pero teniendo claro que es una ficción. Por ejemplo, en las películas o las novelas de ficción sabemos que se trata de un marco ficticio en el cual hay actores o personajes que cumplen un rol que “se parece a la realidad” y que para ser bueno debe convencernos de su credibilidad narrativa, y sin embargo, sabemos que se trata de una ficción.

Schaeffer anuncia que en “la literatura oral el rol es en general cumplido por fórmulas introductivas convencionales” (pg163) Por ejemplo la familiaridad del lector con la tradición oral literaria en cuestión. En la narración oral existen las convenciones como el anuncio de “había una vez”, o el hecho de que sabemos que quien narra es un cuenta cuentos, por lo que sabemos que esa historia está en el marco de la ficción. Esta característica sin embargo puede tener a veces dificultades de trazar esos límites, por ejemplo, en el teatro de calle, donde a veces no se distingue bien entre el juego y la realidad. Siendo muchas veces justamente éste desmarcamiento un objetivo del teatro de calle. En el cine, ese juego está casi siempre de forma explícita anunciado por el generador de caracteres que nos dice el título, los nombres de los actores, del director, etc. Esto nos da a pensar, aunque no lo dice Schaeffer, que si una producción rompe con estos moldes, podría justamente tener problemas de ser clara y directamente entendido como ficción. De hecho podemos entender que fue lo que pasó en la obra de Marbot, o de incluso una película taquillera que jugó a no usar ese código como Blairwitch projet, entre otras.

La capacidad de ficcionar desde el origen

Desde una visión de la ontogénesis (evolución del sujeto) la competencia ficcional es una competencia que el individuo va desarrollando a lo largo de su vida.

La ficción comienza como un placer solitario manifestado en la infancia por ejemplo con los juegos con muñecos, automóviles miniaturas o figuras. El recién nacido hace del exterior una extensión de sí mismo, pues no tiene consciencia del “sí mismo”. Esto recién llega cuando segrega una mebrana separatriz que da vida a dos mundos y los separa. Uno el interior subjetivo, y el exterior objetivo.

Es desde la niñez que se realiza la llamada autoestimulación neurológica que son llamados Señuelos funcionales endógenos (por ejemplo las alucinaciones). Todo aquello en lo cual está basada la adivinación, los videntes, los mediums, etc. Esa industria que juega con nuestra capacidad de ver cosas que no están. De experimetar ver, oir a un ser que no está, muchas veces familiares fallecidos, o seres fantásticos como los duendes en el caso de los niños. “La ficción encontraría su origen en estados de posesión o de automanipulación (Primera genealogía de la ficción)” (pg. 171), es decir que tienen origen en sugestiones, el sujeto sabe y cree en la posibilidad de la existencia de cosas en la realidad y puede verlas. Una alucinación involuntaria es para Schaeffer una grave discapacidad social, salvo en el caso que son educados para el grupo social al cual pertenece, en ese acaso se tendrá a la alucinación con el estatus de visión, como son el caso de las experiencias místicas en el caso de la tradición cristiana. Schaeffer a modo irónico añade que todavía es mejor ver a la virgen que a un ser diabólico para la aceptación social. Aunque en ambos el proceso de autoestimulacion nuerológica haya sido el mismo.

El sueño y la ficción

El sueño no es lo mismo que la ficción pues la ficción es una elaboración consciente, al contrario del sueño en el cual no existe un control del yo consciente. En el sueño el estado onírico es vivido como real. Por eso muchos hablan de dos vidas, de dos realidades. La de la vigilia y la del sueño. Sin embargo el sueño y la ficción tienen un paralelismo sorprendente. Ambos comparten las siguientes características:

  • Parte de una estimulación endógena (sin fuente perceptiva directa)
  • Fuertemente involucrados por los afectos.
  • Broches reaccionales /físicos/  (ejemplo: el movimiento del ojo rápido, movimientos motores) Esto quiere decir que existen reacciones activas del cuerpo, por ejemplo a la sensación de caer en un sueño. Es vital para esto un contramecanismo capaz de evitar la excitación de sistemas motores que traduzcan en actividades motoras reales. De no ser así caminaríamos si soñamos que caminamos por ejemplo. Existe pues un contramecanismo que desactiva durante el sueño para no pasar a actos bruscos, pese a que los pequeños si se los puede detectar.

El juego y la ficción. La inmersión y la lectura

La ficción nace como un espacio de juego. Aqui Schaeffer cita por ejemplo a Nathalie Heinich, la cual dice que “la construcción de la identidad no es una acción solitaria que reenviaría el sujeto hacia si mismo, es una interacción, que pone a un sujeto en relación con otros sujetos, con otros grupos, con instituciones, con cuerpos, con objetos, con palabras”. Todo se trata pues de un juego para el aprendizaje. De ahí la gran importancia a la inmersión ficcional. Por eso es extraño esa birzarrería histórica por la que por una parte celebramos el poder imaginativo y por otra desvalorizamos la inmersión ficcional. Como si fuera menos importante esa capacidad de meterse en una ficción, cuando es esa capacidad la que nos permite aprender.

La lectura a todo esto es una capacidad de reactivante y no creatriz según Proust. La inmersión es un nivel de atención.Las lecturas infantiles llevan el peso de la historia igual en las circunstancias (reales) de sus lectores que en su contenido. No es extraño que los personajes de las historias tengan circunstancias (padres, casa, objetos, incluso pensamientos) que tratan de aproximarse a los que tienen los niños lectores. Incluso no importa si el personaje es un conejo, o un cerdito, este vivirá en circunstancias parecidas a las del niño. Esta inmersión se regula con la ayuda de ganchos retroactivas en la autoestimulación imaginativa, alimentada de sus propias expectativas. Es decir que siempre se alimenta de lo que el lector podría esperar de una situación como la planteada en la historia.

Es común por ejemplo en los fingimientos lúdicos interactivos (feintise ludique interactives), como los juegos de rol, que se turne la palabra o los roles, que uno invierta sus expectativas en los personajes para hacerlos más interesantes, más cercanos, aún sin saber dónde lleva la historia, y por eso mismo hacer la inmersión más profunda.

En una situación de recepción, la inmersión permite sentirse relanzado entre el personaje siempre incompleto de la reactivación imaginativa. Uno siempre imagina cosas que no se nos dicen, y el estado completo (supuesto) del universo ficticio propuesto. Es un proceso en la vida. De la atracción, durante la infancia, de los juegos ficticios que se estiran sin fin, y son lanzados una y otra vez, interrumpidos por la noche y para ser retomados al día siguiente. (algo que también será aprovechado por las historias que les gustará a los niños, pues les permitirá vivir “un poco” en el mundo ficticio de manera más continua, es como vivir otra vida. Al pasar los años ese gusto se manifestará por ejemplo en las telenovelas, en las series, en las películas con secuelas. Siempre nos gustaría saber qué pasó después, pues de alguna manera nuestra inmersión nos permite imaginar y querer imaginar lo que pasa luego. No podemos con nuestra curiosidad imaginativa de y entonces qué pasó, seguimos viviendo en la gran historia del cuenta cuentos que nos cuenta nuestra vida.

Por el lado del creador, todo fin es un principio en potencia. Y también sentirá siempre esa posibilidad de continuar la historia, porque también el creador vive la inmersión, pues no sabe exactamente a dónde lo lleva la historia que está creando. Por lo general la inmersión es afectiva, nos debe interesar el destino de los personajes. De ahí deducimos que los afectos humanos fundamentales son universales. Pero también las representaciones miméticas otras que no contengan personajes (por ejemplo un paisaje en una pintura o fotografía) son también afectivas. Esto por nuestra relación estética de la búsqueda de la belleza de la experiencia de estar vivo. De ahí que Schaeffer concluye que el mundo perceptivo nunca es neutro. Siempre estará estructurado por nuestros afectos, pues nuestra mirada es afectiva. El poder de la mimesis depende de la carga afectiva ligada a lo que es representado.

Podemos distinguir tres puntos o problemas (como uno quiera plantearlo) que intervienen en la inmersión en la ficción.:

  • a) Relación entre la inmersión, los afectos de señuelo y las creencias.
  • b) La distinción entre la inmersión en situación de producción y recepción.
  • c) La relación inmersión e identificación. La inmersión tiene formas múltiples según vectores; los tipos de señuelo lúdico (el formato, las fórmulas, la palabra, lo visual), las posturas de inmersión diferente (lectura por entretenimiento, lectura crítica, lectura profunda, lectura de análisis). La inmersión no es por tanto solamente una identificación psicológica.

En este contexto existe una transferencia de las atenciones. Por ejemplo, en la película de Ghibli La tumba de las luciérnagas, las lágrimas que cierto público experimenta son reales, pero no por que crea en la veracidad de la historia, sino porque sufre un “rapto afectivo preatencional”. Es decir el espectador se identifica así mismo en el personaje que está frente suyo. También puede identificarse con el narrador de la historia. Eso que le resulta interesante (por ejemplo en una película) al centro de sus intereses es todo eso a lo que el lector tiene acceso gracias a la inmersión mimética. Es como una ventana a un mundo que de repente podemos respirarlo, proyectarlo, imaginarlo aún más allá de lo que se nos muestra, gracias a esa capacidad de inmersión mimética. Por eso la inmersión mimética no es forzosamente una inmersión de la ficción. La inmersión mimética es el estado en el cual estamos identificados con nosotros mismos, no necesariamente con la historia que es contada. La inmersión y la modelización es la relación entre los medios Vs. objetivo de la ficción. Una vez que creemos en su lógica, la ficción nos condiciona a su historia, a seguirle la corriente.

La Tesis denotacional (el significado directo), existe una sola realidad que es el mundo físico. En esta tesis sólo podemos referirnos a cosas que existen. Así incluso cuando hablamos de un unicornio por ejemplo, si bien se trata de un animal de ficción, para imaginarlo o referirnos a él, lo construimos en base a conceptos que conocemos en la realidad: un caballo blanco con un cuerno. Las características las hemos sacado de una realidad física que conocemos aunque pertenecen a otros conceptos. Incluso nuestro imaginario de extraterrestres o fantasmas se refieren siempre a cosas que existen. Un fantasma es representado con una sábana en el aire, o simplemente una persona en la oscuridad. Un extraterrestre tendrá cara de insecto, o cerebro humanoide más grande.Ninguna de las características que le atribuimos podrán salirse del marco de la realidad física.

La Tesis Ontológica (que se refiere a lo que existe y lo queno) alarga el dominio de las referencias a la lógica de mundos posibles. Para esta tesis, la verdad no es una cuestión de consenso. Es decir no es verdad lo que la mayoría cree que es verdad. La ficción es también una realidad o una parte integrante de la realidad. La pregunta es entonces ¿Cómo la ficción opera en esta realidad? Una respuesta general es la que hemos visto hasta aquí: la modelización mimética.

Quedamos con dos características de la ficción:

  • Todas las ficciones existen bajo la forma de contenidos mentales
  • Ciertas dan origen a acciones humanas físicas, a representaciones públicamente accesibles (las palabras, los textos escritos, las imágenes, las sonoridades).

(aquí interfiere el concepto de nomología: que es el estudio de las leyes que precede al fenómeno natural. Es decir la intención de normar los fenómenos o la ficción, el tratar de trazar sus leyes)

Para esta nomología nos ayudamos de la siguiente tabla propuesta por Schaeffer:

Tipos de modelos de ficción:

  • Nomologíca
  • Mimética
  • Mimética Homóloga
  • Mimética Ficcional
  • Obligación cognitiva
  • Homología generalizante Homología por reinstanciación real o simulación mental. (Origen homólogo en su realidad) Analogía global
  • Modo de adquisición o reactivación
  • Cálculo racional Inmersión mimética (identificación directa) Inmersión ficcional
  • Ejemplos
  • Modelo matemático o numérico. Aprendizaje por observación. Juegos de fingimiento (feintise). Fantasias (ensoñaciones). Ficciones artísticas.

Los parecidos con la realidad pueden ser por Homología (en la mimética homóloga), es decir que tienen como origen las mismas causas, o por Analogía (en la mimética ficcional) relación por diferentes causas.

Un modelo ficcional es de hecho una modelización del universo real. Las competencias representacionales que son las nuestras son aquellas de la representación de la realidad de la que nosotros hacemos parte. La más loca fantasía es siempre una variante conforme a lo que significa para nosotros “ser una realidad” (por homología u analogía).

En los universos ficcionales hay una coherencia interna que reemplaza el principio de la relación verifuncional. Es decir entendemos la relación de los objetos y tienen lógica dentro del marco de la ficción. Por eso es perfectamente aceptable que los animales hablen, o que en algunos casos la gente pueda volar, porque de igual manera existe una coherencia interna que hace que ese hecho “extraordinario” no sólamente pierda relevancia el hecho de su imposibilidad, sino que además hace parte del relato para entenderlo.

En estos universos ficcionales la mayor parte de los seres animados, objetos y paisajes que pueblan las películas o la ficción en general llevan siempre una existencia real fuera de la ficción. En los universos podemos ver mesas que vemos en la realidad, o que hacen referencia a mesas de la realidad, computadoras, personas con cierto carácter, una ciudad que es igual o hace referencia a una ciudad de la realidad. Incluso va más allá, las propiedades que son atribuidas a esos elementos, las situaciones en las que se encuentran corresponden muy frecuentemente a propiedades y situaciones reales consignadas en la memoria del autor. Por ejemplo si estamos viendo una película y en la película hay una ventana, esa ventana muy posiblemente no es realmente una ventana sino una decoración que simula ventana y se convierte en una ventana en la ficción.

En los documentales a la inversa se utilizan procedimientos constitutivos de la ficción sin “convertirse” en una ficción, al menos en su calificativo. Cuando vemos un documental es como entrar en un universo en que las cosas intentan narrarse como si pertenecieran a la realidad física palpable y sin embargo están plagadas de elementos de la ficción. La diferencia quizás es que en la ficción el todo es más ficticio que cada una de sus partes. Y en el documental las partes, los elementos son más ficticias que el todo.

El receptor en todos los casos lo que hace es una inferencia incesante (igual que en la realidad). Las inferencias son mixtas de realidad y ficción. Lo que pasa es que las inferencias del universo ficticio hacia el universo real son bloqueadas (con el objetivo de no contaminar nuestras creencias). Pero el proceso inverso pasa con una naturalidad increíble, es decir inferimos de lo real hacia lo fictivo sin casi ningún tipo de bloqueo.

¿Cómo nos interesamos?

La inmersión receptiva y creatriz son dos modalidades de una misma dinámica. Schaeffer dice “todo universo ficticio es un universo en perspectiva” (pg. 228). Por ejemplo narrar en primera persona, desde el punto de vista del personaje, el receptor debe mimetizarse en él. El contenido que nos hace interesar a la ficción, pero su forma es indisociable, va siempre y necesariamente junta.

En lo oral también existe la necesidad de identificarse con el narrador, lo que él sabe de la historia, quien escucha debe identificarse y seguirle para entender y creer la historia. Por eso la forma se vuelve vital para poder acceder al contenido.

La ficción así está en todo lo que pensamos. En nuestra construcción de realidad. En nuestra construcción narrativa de las historias. La ficción tiene formas de funcionar que parecen facilmente escurrise sin darnos mucha oportunidad a terminar de comprenderlas. Y sin embargo aproximarnos a ella nos permite comprendernos un poco mejor a nosotros mismos, a nuestra visión del mundo. Estudiar la ficción sobretodo nos demuestra que es imposible vivir sin ella para comprender nuestros pensamientos, nuestras ambiciones y nuestra construcción del conocimento. Completamos con la ficción nuestra realidad, nuestra percepción, la pequeña luz que nos permite ver a penas al mundo y a todos los mundos posibles. Una linterna hacia la comprensión. En forma y contenido.

Lectura veloz, lectura de titulares, no lectura y algo de comer

Estudiaba aún Comunicación Social cuando un señor con acento caribeño nos ofreció la oportunidad a la solución a todos nuestros problemas de estudio: Entender todo lo que leíamos en poco tiempo, no importaba si eran muchos y voluminosos libros. De su exposición me quedó claro que los que no hacíamos lectura veloz éramos poco menos que subnormales. Fue uno de los primeros encuentros con vendedores de humo disfrazados de empresarios exitosos con los que me cruzaría en mi vida. Luego descubrí que el mismo patrón siguen los archiconocidos Herbalifes, políticos, vendedores de ollas, vendedores de talleres de gestión cultural, ciertos artistas y ciertos desiertos desiertos.

Pero el encuentro fue muy enriquecedor para mi, pues me permitió preguntarme qué es para mí la lectura. La respuesta a la que llegué resultó un poco más compleja de lo esperado. 

Primero que con el compañero caribeño, vendedor de ilusiones, yo había pecado de caricaturizarlo. Porque desde alguna lógica (que es el tipo de lectura que para mi es materia muerta y triste) tenía razón, con la técnica de la lectura veloz uno es capaz de saber de qué tratan textos, pero de ahí a interesarse en el contenido hay un trecho muy largo. Es decir, la lectura como operación matemática memorística en la cual uno “pasa la vista” por encima de los signos y llega a una respuesta; en este caso, el saber de qué trata el texto, es posible. Pero a esa actividad yo desde mi subjetividad no le doy la dignidad de llamarle lectura.

Lo cual me lleva a la respuesta central de qué es lectura para mi. La lectura es un proceso complejo en el cual el primer requisito es saberse implicado en lo que uno lee. Y para ese objetivo es necesario escuchar la voz de la narración. Hay dos formas la lectura silenciosa (que es más veloz) y la lectura en voz alta que se presta al juego de la interpretación. Leer un texto entonces va más allá de descifrar los signos, es compartir la experiencia de lo que es contado. Es hacer pausas cada vez que la puntuación así lo marca. Es sorber una bebida caliente o fría al terminar un capítulo. Leer es compromiso. Y el compromiso siempre se cuece lento, como un buen ragú.

Lo que me lleva al segundo punto, la no lectura y el prejuicio. En los tiempos que corren la no lectura o en el mejor de los casos, lectura de titulares está de moda. El ciudadano promedio no se compromete con lo que lee, no revisa fuentes, solo trata de corroborar el prejuicio que tenía antes de leer aquel titular y no cambiará ni quiere cambiar después. La sociedad de la no lectura nos ha convertido en seres que devoran titulares y leen mensajes de WhastApp, estados de Facebook y Twitter, reenvíos de memes, pero no nos comprometemos con ninguno, solo los usamos para reafirmarnos en nuestros prejuicios, nunca para cambiar, para transformarnos con la lectura. Porque aquello requiere compromiso, y el compromiso se cuece lento, como una buena sopa de maní. Entonces creemos que hay que consumir no más Panchita o pollito Kingdom. Alto en grasa, perjudicial para el cerebro, disimulando que hemos comido pero en realidad nos hemos envenenado. 

Lo mismo pasa con las lecturas. Está bien empezar leyendo fábulas de Esopo y si tienes quince años y lees Cuauhtemoc Sanchez o Isabel Allende, está bien; pero si ya tienes más de 30 y sigues alimentando tu conocimiento con esos escritores hay un problema, no estás alimentando tu cerebro lo estás obstruyendo de nuevo aprendizaje, se está volviendo lento y poco capaz. Lo mismo si piensas que informarte pasa por CNN, si piensas que la caricatura llena de prejuicios llamada Fernando del Rincón es información, pues eres potencialmente peligroso para el resto de la sociedad porque no distingues lo que es información del Show de Laura en América. Porque sí, ver y leer información también es lectura, y si no lees con calma, si lees a la rápida y crees en que cualquier cosa que grite mucho y diga tener la razón porque grita fuerte estás encerrándote en la triste esclavitud de la ignorancia.

Más que nunca hay información que decodificar, más que nunca hay información que leer, más que nunca hay que comprometerse con lo que sabemos y con quienes queremos ser. El problema, más que nunca, es la rapidez, el querer saber ya, el querer sentir ya. Las buenas novelas hay que leerlas varias veces para entenderlas y no por tarea, porque nos demandan ese compromiso si realmente queremos disfrutar la experiencia, no se trata del argumento nada más, se trata de la experiencia. Porque como la base de la alimentación es el pan. Pan y saber van juntos. El saber, el sentir, el cambiar, el leer requieren compromiso, y el compromiso requiere mucho tiempo, como el verdadero pan.