Pasa algo curioso, érase una vez que la escuela nos vendió la idea que la sociedad iba a dejar de ser analfabeta porque todos aprenderían a leer. Y así fue, muchos fueron a la escuela, algunos pagaron escuelas y universidades particulares, ilusionados con ser personas con capacidad de resignificación de la realidad, pensamiento crítico y comprensión del entorno. Y de repente vemos imágenes tristes de personas que pasaron por una escuela e incluso una universidad a las puertas de un cuartel pidiendo un gobierno cívico militar (Es decir un golpe de estado a la vieja usanza). O personas aplaudiendo a grupos paramilitares en motos y hablando de democracia, entonces nos damos cuenta que el proceso de comprensión y lectura de la realidad en la supuesta clase educada está roto, no existe o al menos es sumamente defectuoso. Por eso vamos a hacer un pequeño análisis de lo que es la lectura desde un punto de vista teórico no especulativo y trataremos de ver dónde está roto el proceso de comprensión y qué se puede hacer (desde el individuo) para mejorar sus capacidades o al menos llegar al mínimo aceptable para convivir en sociedad.
Saber leer es un proceso complejo. Saber leer tiene distintos niveles. Vincent Jouve distingue al menos cuatro tipos de procesos que se dan durante la lectura:
El proceso Neuropsicológico, es decir el análisis de contenido, la operación de percepción, de indentificación de signos. Este proceso al ser ante todo físico, no es perfecto, muchas personas por ejemplo mientras leen tratan de acelerar la lectura y pasan por algo signos, o adivinan lo que se dirá y sacan conclusiones antes de terminar o sin leer del todo el texto. Además surge ya en este proceso el problema de la polisemia de los signos, la posibilidad de interpretar de distintas maneras lo que está escrito tanto de parte de la intención del autor que abre a partir del lenguaje las posiblidades del texto, cuanto del mismo lector que tiene distintas referencias culturales y de educación que le impiden leer en toda dimensión su dimensión.
El segundo proceso, siempre según Jouve, es el proceso cognitivo, es decir, ya no solamente el significado de cada palabra, sino del mensaje que quiere transmitir el texto. Para ello se hace un trabajo de abstracción importante. Suceden dos mecanismos: la progresión (donde el lector va avanzando su lectura y siguiendo el hilo de la misma sin perderse en el argumento) y la comprensión que es el trabajo de interpretación general que el lector hace del texto, es decir lo que la progresión está resignificando mientras leo.
El tercer proceso es el afectivo, donde más se implica el prejuicio del lector, entonces busca identificarse con lo que se dice, con los protagonistas del texto, con sus luchas, se identifica como grupo por sentimientos o ideologías, o simplemente por una cuasi situación de romance, de querer ser o no ser como la situación que le describe el texto. Así podrá emocionarse hasta las lágrimas o renegar al punto de la efervescencia mientras lee. Este proceso en particular es el que más perjudica al pensamiento crítico, pues al lector le cuesta salir de su burbuja con tal de rectificar o comprobar lo que cree. La ficción de calidad es la que más va a poder jugar y complejizar este proceso para no caer en dicotomías fáciles tipo bueno-malo, triste-feliz. Por supuesto en las noticias de actualidad se exacerba justo este proceso de la peor forma cayendo en fundamentalismos de poca profundidad.
El último proceso es el argumentativo que compete netamente a la capacidad de reconstruir la intencionalidad del que escribe el mensaje. Comprenderla en su conjunto, lo que busca, lo que quiere lograr, lo que logra, a quién se dirige.
Una vez culminado este proceso y si hacemos los deberes de análisis, re lectura, puntos de vista y tomando en cuenta nuestros propios prejuicios podremos saber o descubrir significados. Cuando seguimos el relato de una ficción sabemos que es una ficción y jugamos a que es verdad por voluntad propia y cuando terminamos la lectura podemos distinguir perfectamente lo ficticio de lo real, porque sino sería confuso. Muchísimos escritores, cineastas y artistas juegan con este límite de lo real y ficticio; y es, en su sutileza y mantener el interés, el morbo de la ficción creíble, donde radica el hecho de la narración.
Pero cuando ese fenómeno se pasa a la realidad y una gran cantidad de población supuestamente educada no es capaz de distinguir el juego, lo real, lo ficticio, el meme, la broma, la intriga, la mentira, la falacia, los hechos de su mundo real. Cuando se deja llevar por lo que le llega viralmente por su red social o teléfono, entonces toda la base de entendimiento y construcción social que hemos mantenido en el último siglo tambalea. La sociedad no es capaz de ejercer su supuesta libertad si ella no es capaz de leer y comprender los fenómenos en su complejidad, o al menos institucionalmente ponerse de acuerdo de la verdad o la mentira.
En Bolivia se vive un caos generado desde sus instituciones formales e informales, se denuncia fraude desde instituciones como el comité pro Santa Cruz sin presentar hasta ahora una sola prueba y tenemos miles de personas que no persiguen un interés personal que no son capaces de leer que les están usando para un interés particular y les siguen la corriente, aparentemente guiados por el simple hecho de odiar con toda el alma a quien ganó la elección. Incluso desde el mismo Tribunal electoral y fuera de su institucinalidad, una vocal, que aparentemente duda de la transparencia que hace unos días firmó y ratificó con su propio puño y letra, añade dudas y chismes, pero ni una sola prueba o indicio concreto de irregularidad. Resultado: miles que esperan cualquier cosa para reforzar su prejuicio, toman la no prueba como prueba y así se prueba mi postulado, no parecemos ya una sociedad que pueda funcionar ejerciendo una endeble democracia, pues no sabemos leer lo real y lo ficticio, porque confundimos chisme con información, porque solo buscamos reforzar nuestro punto de vista.
Y de acá parte mi preocupación de fondo. Como especie y desde la antropología nuestra construcción social ha sido un lento devenir para encontrar acuerdos y vivir en complementariedad con otros. El Homo Sapiens venció, según la ciencia, a los neandertales no por ser más fuerte, sino por su capacidad de empatía con su semejante, su capacidad de asociarse con otro y compartir sus conocimientos. Eso significó el triunfo del Homo Sapiens en la carrera evolutiva sobre un contendiente más fuerte físicamente como el Neandertal. Y acá estamos, finalizando el 2020 y actuando más como Neantertales que como Homo Sapiens(acá el enlace a un artículo a propósito de un sitio excelente). Entonces renunciemos de una vez por todas a la ciencia, al método científico, a la capacidad de encontrar belleza en el mundo, a la capacidad de ver la belleza que el otro ve en el mundo llamada arte. Renunciemos a la lectura y renunciemos a todo y vamos sacarnos las cabezas como sugieren estos grupos que en teoría fueron a la universidad pero parece dominarles sus hormonas antes que sus neuronas.
Leer es complejo, pero es bello, es un trabajo que nos hace humanos y nos hace dignos de vivir junto a nuestra familia, pero también nos hace dignos de comprender al otro que habla otro idioma y poder crear la traducción. Aprender lo que el otro entiende sobre la vida, sobre el amor, sobre la belleza, sobre la comida, sobre existir. En 1953 Ray Bradbury escribió Farenheit 451, parece que hoy más que nunca estamos no solo más cercanos a prohibir los libros, sino a prohibir la lectura, la verdadera, la compleja, la bella